**El falsificador de pasaportes: La increíble historia de un joven diseñador gráfico que luchó en la clandestinidad en contra de los nazis”, es el título del libro autobiográfico de Cioma Schönhaus, cuya adaptación llegó a nuestras salas de cine y plataforma después de su estreno en el festival de Berlín en febrero del 2022. El título del libro podría leerse como mini sinopsis del libro y la película. Pero le falta algo importante: La palabra judío. En 1942 Cioma Schönhaus, un joven judío de ascendencia rusa decidió seguir una estrategia personal para sobrevivir al régimen nazi y la persecución de los judíos en Berlín. Cambió de nombre y se confundió entre los “arios”, adaptando la conducta atrevida de un joven pícaro que se gana la simpatía de todos. Gracias a su talento gráfico aprendió a falsificar pasaportes con los que salvó un gran número de vidas. Perseguido por la Gestapo, Schönhaus finalmente decidió refugiarse en Suiza donde vivió hasta su muerte en 2015.
Maggie Peren, guionista y realizadora alemana, trasladó el carácter anecdótico y el tono irónico del libro autobiográfico en una película que sorprende por su ligereza y por evadir el dramatismo y horror con el que el cine sobre la Alemania nazi suele describir el horror de la época. No olvidemos que el filme narra sucesos de 1942 y 43, años de guerra y deportaciones que redujeron la población judía de Berlín de unos 170 mil habitantes en 1933 a unos treinta mil sobrevivientes, la mayoría viviendo en la clandestinidad y otros con trabajo forzado en la industria bélica.
Del pasado del joven Cioma Schönhaus el filme revela muy poco. Lo conocemos en el gran departamento de sus padres, deportados en 1942, dando asilo a su amigo DET , también judío, que consigue vales de alimentos cociendo ropa femenina. Gran parte del filme sucede en interiores, espacio que ilustra de que manera los espacios públicos se habían convertido en terreno de peligro. Con su amplia sonrisa y gestos juveniles, Cioma no sólo se atreve a salir a la calle y subirse al tranvía sin la estrella amarilla, sino que es visitante frecuente de restaurantes y bailes. Su estrategia contra la deportación no reside en esconderse sino en confundir al entorno con la herramienta del mimetismo, con el que algunas especies de animales engañan a sus agresores. Cioma camina por la vida y un país en guerra con la frescura de un joven despreocupado. Obvio que como espectadores, seguimos cada paso y cada gesto con preocupación ya que observamos cómo alrededor de él crecen la sospecha y el peligro de ser desenmascarado.
Y es en los pequeños detalles y gestos donde descubrimos el horror detrás de la ligereza del filme. Un temblor de manos revela el miedo, unas lágrimas sobre un pasaporte muestran la tristeza por la pérdida del amigo. En este tipo de escenas el filme muestra que “menos es más”: No necesita mostrar deportaciones, tortura y muerte para narrar sobre país y una época en la que la sonrisa y una actividad humanista son armas de resistencia y sobrevivencia. Sin embargo, me parece que no es aquí donde el filme muestra su verdadero tema. La preocupación está en el grupo de personas alrededor de Cioma que muestran comportamientos humanos que revelan de qué manera se aprovechan de la situación. Observamos codicia, egoísmo, cobardía, obsesión de espiar, voltear al otro lado y traición. La aparente ligereza y picardía que mueve al protagonista es una estrategia de supervivencia que no lo salva de la mezquindad humana que no sólo soporta sino apoya la dictadura y su Gestapo.