Comencé mi recorrido por la Dulcería Caxcán que también es la galería CaminArte donde fui atendido gentilmente por las artesanas del dulce Lorena, Isabel y Carmelita Hernández Barragán; lo demás fue, para mí, la fiesta total.
Estuve en el recortado Festival Cultural Zacatecas 2017 que me dio la oportunidad de disfrutar de excelente música, la maravillosa exposición del japonés Kiyoto Ota en San Agustín y conocer la extraordinaria sala de los Murales de Osaka en uno de los mejores museos de México, el Manuel Felguerez de Arte Contemporáneo.
También volví a vivir la Pasión de Jesús en la Procesión del Silencio que me hizo recorrer las calles zacatecanas en busca de la tradición para encontrar nuevos motivos de amar la Ciudad de la Plata.
Pude apreciar el respeto que se tiene al centro histórico de la capital zacatecana y ser testigo de cómo menos dinero no es sinónimo de menor calidad o de que la burocracia cultural puede matar el ingenio y la vocación cultural de una de las ciudades más bellas de América. Quizá para algunos el éxito de la Feria Cultural se mida en ocupación hotelera, afortunadamente para otros es cuestión de convivencia en los cafés y bares de los callejones y en la calidad de los espectáculos que se ofrecieron con artistas locales.
Esto es importante, una ciudad puede ofrecer a sus conciudadanos y al turista un festival mermado en cantidad, pero grande en calidad. Para muestra todos los recitales de la Plaza Miguel Auza, desde “Seguimos Necios” con su trova espléndidamente interpretada por el ensamble, hasta “E-String Proyect” que es mucho mejor de lo que él cree.
Es difícil mantener un nivel de calidad en todas las manifestaciones, en las artes plásticas por ejemplo se quedó a deber a pesar de la gran calidad de las muestras de la Galería Arroyo de la Plata que inauguró una exposición de Felguerez, del Museo de Arte Contemporáneo con su retrospectiva de Kazuya Sakai.
Terminé mi recorrido en la dulcería Artemisa a un costado del Portal de Rosales, mientras reflexionaba sobre la posibilidad de tener un buen Festival Cultural ciudadano, formativo, de calidad, sin necesidad de depender de estrellas comerciales, o ser parte de un aparato burocrático que solo justifica acciones políticas como “buscapíes” de feria.