Es importante aclarar (antes de que lea estas líneas) que no soy especialista en el tema, pero tendría que ser un extraterrestre para no percatarme del meollo del asunto.
Durante mucho tiempo había pensado que el futbol mexicano era reconocido a escala mundial por su competitividad, pero este 2022 y después de Qatar me di cuenta que definitivamente se trata de un "farol" meramente local, es decir, nuestro balompié es reconocido solamente por las aficiones del América, las Chivas o los Pumas y claro, por los dueños de los equipos, que crearon un interesante modelo de negocio con auto beneficios al alcance de la vista, y para nada está mal, por supuesto que no es ningún delito, pero entonces los líderes de la Federación Mexicana de Fútbol estarían obligadas a reconocerlo y a no arriesgarse a hacer "papelones" en justas deportivas de la envergadura de un mundial (que por cierto, el último carece de probidad y tiene importantes oprobios).
La pantalla de México en las justas mundialistas radica básicamente en la afición y en el folklor de los afortunados que pueden viajar a Francia, a Brasil, a Sudáfrica, a Corea o Alemania, ese color (en ciertos momentos incómodo y vergonzoso) que le imprime "el mexicano" y su idiosincrasia.
Lo demás, es un paseo de consentidos por el mundo.
La opinión pública y los números fríos sugieren que en las potencias futbolísticas de Europa y Sudamérica es más reconocida la liga japonesa, que la mexicana.
Los especialistas señalan que el factor económico es el único indicador que puede mover al futbol de nuestro país y que los propietarios de los equipos han creado una cofradía en la que ninguno pierde y todos ganan, es decir, desaparecieron el ascenso y el descenso, entonces cuál competencia, cuál motivación, cual sueño (para todos, jugadores, dueños, directivos, patrocinadores, afición) esa ecuación dejaría sin aspiraciones a cientos de futbolistas nacionales y a las escuadras de primera A, segunda y tercera división:
Para qué imprimirían esfuerzo, si jamás van a llegar a las "grandes ligas", para qué un joven prodigio de un barrio de Durango capital va a entrenar si jamás va a llegar a debutar en un equipo de "primera", para qué si los jugadores extranjeros tienen privilegios mayúsculos, muy por encima que los de los locales.
Y en las grandes esferas de la Ciudad de México, los "tatamandones" no se inmutan, es más, Yon De Luisa, el Presidente de la Federación Mexicana dijo que no iba a renunciar, que no tenía por qué y además ofreció "salidas de emergencia" que ya han sido usadas en el pasado y que nunca, por antonomasia, han cumplido:
Análisis de la multipropiedad, el ascenso, descenso y la cantidad de extranjeros que este año se vio reducida.
En fin, hay una nueva crisis (además de la política, de la de seguridad, de la económica) nacional: La deportiva, a través del fútbol, que nos guste o no era un factor de escape para nuestras frustraciones sociales.