Hace poco imaginaba a Guerrero, en una visión optimista y otra pesimista, en un plazo de 20 años. Y qué tendría que ocurrir para que uno u otro escenario ocurriera.
El propósito de abandonar los últimos lugares del desarrollo y primeros en pobreza y violencia, tendría que dar pauta a la Federación y a las autoridades locales a dar mejores resultados.
Para que la visión optimista sea realidad se requiere un cambio de paradigma en los programas para abatir la pobreza. Menos asistencialismo, más desarrollo económico.
El otro escenario, el del llano seco y proclive al incendio, lo hemos vivido en entidades como Chiapas y Guerrero en décadas pasadas.
Luego de una revisión del Pacto por Oaxaca, encuentro los mismos megaproyectos anunciados antes por el presidente López Obrador.
Lo novedoso es la exclusión de Michoacán del citado pacto, hecho que se suma a la cancelación de la Zona Económica Especial Guerrero-Michoacán.
En este pacto se destinarán miles de millones de pesos para promover el desarrollo de Oaxaca, lo cual es esperanzador. Pero ocasiona desasosiego comprobar que para Guerrero no hay un anuncio importante.
Voté por Andrés Manuel convencido del amor que le profesa a nuestro estado. Algunas ocasiones en que conversamos sus expresiones eran: —Guerrero es un pueblo leal, libertario y la nación ha sido injusta con el trato que le ha dado.
Sigo creyendo en el compromiso del Presidente, por ello, sugiero algunas acciones que mucho contribuirían al impulso de Guerrero.
Proseguir la ampliación a cuatro carriles de las carreteras Acapulco-Zihuatanejo y Acapulco-Huatulco; un decidido apoyo a la actividad agrícola, ganadera y agroindustrial, que bien puede concretarse en el establecimiento de un megaparque agroindustrial.
Impulsar un programa de reforestación (similar al de Sembrando Vida) en La Montaña para el rescate del lináloe, entre otras especies, así como concretar el traslado de la Secretaría de Salud a Acapulco.
Presidente: usted ha dado los primeros pasos en la ruta correcta para reducir la brecha de la desigualdad. Ojalá que su propuesta para el sur no sea un pacto sin Guerrero.
Del anecdotario:
Para afinar detalles de la obra del macrotúnel en Acapulco y la creación un Comité para el Rescate de la Zona Tradicional, el ingeniero Carlos Slim me invitó a una reunión en su oficina, a la que acudí con mucho gusto.
Al término me invitó a que comiéramos en su sala de juntas.
Me pregunté: —¿Qué comerá el hombre más rico del mundo?
—¿Qué quieres tomar, gobernador? —Me dijo.
—Lo que tú tomes, Carlos…
—Yo voy a pedir un whisky.
—Pues yo lo mismo.
Una mesera se acercó a servirnos un modesto whisky.
Luego observé cómo nos colocaron un pequeño plato a cada quién, con sal y chiles verdes, y tortillas doradas en el comal.
Y luego vino la sopa, un poco de ensalada y el guisado, todo llevado del Sanborns que se encuentra abajo de sus oficinas.
A los pocos días, Slim visitó Acapulco para que diéramos el banderazo de salida de la tan ansiada obra, que hoy es una realidad.
En esa visita a Ciudad de México me causó admiración su sencillez. En correspondencia, pensé qué comida enviarle, ante tanta solidaridad con mi estado.
—Le voy a mandar unos buenos mariscos —me dije. —No, mejor le enviaré comida de una de las mejores chefs del mundo (mi amiga Susana Palazuelos). Al final decidí enviarle unos tacos de guisado del famoso Maravilla, en el centro de Acapulco.
Le mandé de chicharrón con huevo, frijoles, mole, rajas con carne, requesón, etcétera.
Por la tarde recibí su llamada.
—Oye, gobernador, te hablo para darte las gracias y pedirte un favor.
—Sí, dime, Carlos…
—Estoy con Miguel Alemán, no sabes cómo hemos disfrutado de estos tacos. Siempre que venga a Acapulco mándame de esos tacos por favor.
Con ese gesto pude corroborar la sencillez de un gran hombre que nunca ha perdido el piso.
La vida es así.
*Ex gobernador de Guerrero