Lo conocí en el gobierno de don Alejandro Cervantes Delgado, llegaba como llega el día en las madrugadas, como dijera Alfredo Zitarrosa. Hablo de Othón Salazar Ramírez. A quien desde entonces le profesé una profunda admiración por sus convicciones y su lucha por la Montaña Alta de ese México profundo del que hoy se habla, donde viven los más pobres de los pobres de México. La Montaña Roja como él le llamaba.
Desde entonces cultivamos una relación cercana, cuando fui gobernador la primera ocasión me ayudó en algunos proyectos, luego como senador me visitaba con cierta frecuencia.
Visité su tumba en Alcozauca siendo candidato de las izquierdas para honrar su memoria cuando gané el gobierno constitucional.
La historia de México en el siglo XX no puede entenderse sin mencionar a figuras como Othón Salazar.
“A mí me gustaría que me recordaran diciendo: ‘Othón digan contra él lo que gusten, pero él fue un soldado de nuestro pueblo… Él fue un revolucionario comprometido con las tareas de la lucha revolucionaria, no de dientes para afuera. Él fue una gente que venía de los pobres, y murió lealmente del lado de los pobres’”.
Así se describe a sí mismo el maestro en el documental Caminos de Libertad: Othón Salazar Ramírez, que se puede consultar en el Canal del Congreso México (11 de noviembre, 2014).
El activismo de Salazar trascendió las aulas y las reuniones sindicales. Como militante del Partido Comunista Mexicano hizo historia al ser elegido alcalde de Alcozauca en 1987, tras participar en 1980 por la gubernatura de Guerrero.
Fue diputado dos veces en 1979 y en 1991, lo que marcó el primer ingreso de la izquierda independiente a la Cámara de Diputados.
Su compromiso y su valentía le costaron caro: fue perseguido y encarcelado por sus convicciones.
En el texto Othón Salazar, el Gran Soldado, de Juan Enrique Morales, el luchador social habla de su niñez: “Yo soy el soldado que luchó desde niño contra la pobreza y el hambre de mi pueblo.
“Porque yo conocí la miseria de mi montaña, mucho antes de aprender a leer y a escribir.
“Vi cómo el gobierno nos marginaba, siendo los municipios más pobres del país. En mi mesa se comía tan solo tortilla y frijoles, como tantas familias de mi oprimida Montaña”.
La lucha, los ideales, la esencia y el legado de Othón Salazar no deben fenecer. El olvido no puede ser el final de su historia.
Del anecdotario
He seguido de cerca las acciones del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, y celebro que él personalmente esté coordinando las acciones para la reconstrucción, sólo de esa manera las cosas caminarán con la celeridad que se requiere.
Insistiré en que hay que capacitar masivamente a muchos acapulqueños en diversos oficios (carpinteros, vidrieros, fontaneros, albañiles, plomeros), pues son miles los que se quedarán sin empleos en tanto se restablece la actividad turística.
Es urgente también iniciar un programa de reforestación donde nos involucremos todos. El huracán Otis devastó nuestra flora y parte de nuestra fauna; le vendría bien a Acapulco el programa Sembrando Vida.
Señor Presidente: conociendo su sensibilidad, ojalá se rectifique por cuanto a la Declaratoria de Emergencia. Le hablaré sólo del caso del municipio de San Marcos, región de la Costa Chica a la que pertenezco, y que sufrió daños por más de 80 millones de pesos. Apelo a su solidaridad con los afrodescendientes de este lugar.
Pero lo mismo sucede en San Miguel Totolapan, Florencio Villarreal, Tecpan y algunos otros municipios, si no los más de 40 que se habían anunciado, pienso que varios sí requieren con urgencia la ayuda gubernamental.