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América Latina, la despensa del mundo

Latinoamérica es un jugador clave en la producción de alimentos frescos y procesados. En sus economías se concentra gran parte de las tierras donde son cultivados y transformados los alimentos para el consumo del planeta. La importante vocación agrícola y agroindustrial de la región, en parte debido a que concentra más de 40% de la biodiversidad mundial, abre un amplio espectro de oportunidades para ir tras la conquista del principal importador de alimentos del mundo: Estados Unidos.

Y la primera pregunta que salta a la mente es ¿Por qué Estados Unidos es tan atractivo para la exportación? Por un lado es el tercer país más poblado del mundo, con 331 millones de personas, el equivalente a 6.6 veces Centroamérica (50.4 millones) o 6.4 veces Colombia (50.1 millones). Asimismo su ingreso per cápita es uno de los más altos, ostenta la posición número siete en el mundo. Finalmente, en términos de oportunidades, cada uno de sus 50 estados representan mercados con una vasta y diversa cantidad de clientes.

Sin embargo, a pesar de este gran atractivo, América Latina aún tiene algunos retos por superar para convertirse en el deseado primer proveedor de alimentos para este mercado.

Los retos

Si bien es cierto que América Latina cuenta con un considerable número de recursos naturales y grandes extensiones de tierra, la productividad agrícola aún no alcanza su pleno potencial. Los motivos son diversos e incluyen desde la falta de tecnología, una necesidad de mayores flujos de inversión extranjera y los cambios del uso de la tierra.

Desde 1990 el uso de la tierra para fines agrícolas ha disminuido en 18%. Este panorama contribuye a que en la región sólo se ocupe la mitad de la superficie disponible para fines agrícolas, lo que limita el cubrimiento de mayores cuotas de exportación.

Un segundo reto es la logística terrestre, que está lejos de ser óptima para el transporte y almacenamiento de alimentos, debido a las presiones por mejores tiempos de despacho, al precario estado de algunas redes viales –en algunos casos con escasez de caminos pavimentados--, la garantía de la custodia de las cadenas de frío y la aplicación de mejores modelos de inocuidad, son determinantes para propiciar mayor competitividad agroexportadora.

Además de las carreteras, la región también enfrenta el gran desafío de mejorar su red ferroviaria, a fin de aumentar su capacidad de transporte de carga. Los avances en los últimos años han sido considerables, pero todavía se requiere una mayor combinación de inversión pública y privada.

La modernización de los puertos es un tercer factor. Hoy muchos puertos aún dependen de equipos y tecnologías obsoletas. Además, las regulaciones y procedimientos aduaneros pueden ser complejos y varían significativamente de un país a otro, lo que complica los tiempos de entrega y afecta ostensiblemente la cadena de suministro.

Otro desafío es generar condiciones y medios necesarios para que la producción, almacenamiento y distribución de alimentos no representen un riesgo para la salud de los consumidores y para el medio ambiente. Lo anterior, puede contrarrestarse con un mayor número de empresas certificadas en estándares de inocuidad, proyectos de energía renovable, así como mayor investigación y desarrollo para productos de alto valor agregado.

En la región hay ejemplos de buenas prácticas como Perú, que ha apostado a una transformación en tecnología agrícola, como los sistemas de riego avanzados o el uso de drones para monitorear el rendimiento de cultivos. Esto, le permite posicionar y exportar alimentos como papas nativas, quinua, chirimoya, lúcuma, cebada, espárragos, café, cacao, mango, jengibre, así como maca, el yacón y la muña.

Tan sólo en 2022, Estados Unidos fue el principal comprador mundial de jengibre fresco y pulverizado con el 19% de las compras totales a nivel global. Luego de China y Países Bajos, el tercer importador global de esta raíz es Perú, que en el mismo año generó 54.8 millones de dólares de exportación y aumentó su producción 1% anual.

Estados Unidos está viviendo una transformación en los hábitos de consumo y el aumento de la preferencia por productos frescos y saludables. Los consumidores buscan más productos sostenibles e incluso que se cultiven con prácticas de agricultura regenerativa. Ante esto, cada vez son más las empresas que están solicitando a sus proveedores el conteo de la huella de carbono, desde los pequeños distribuidores, hasta las grandes compañías como Walmart, Unilever, Coca-Cola, Kerry, entre otros.

Entre los productos más demandados se encuentran derivados de aguacate (especialmente de México), las mezclas de frutas congeladas y la piña, mangos, plátanos, guayabas, papayas y otras frutas tropicales de países que se producen en diversos países de América Latina. Los principales estados consumidores de productos frescos son: California, Texas, Florida, Nueva York e Illinois.

Esta demanda marca un reto para el abastecimiento de productos frescos en Estados Unidos, y al mismo tiempo, abre una ventana de oportunidades significativas para América Latina, pues hablamos de una región que cuenta con los estándares requeridos, productos de alta calidad, con vasta biodiversidad, pisos térmicos, climas y tierras ampliamente fértiles, que permite a los países exportar productos frescos durante todo el año.

En contraste, algunos productos alimenticios asiáticos, especialmente de países como China, han enfrentado restricciones o prohibiciones en los Estados Unidos debido a preocupaciones sobre seguridad, contaminación o el uso de sustancias prohibidas. Los alimentos que han encontrado restricciones de importación incluyen la miel, tilapia, bagre, fórmulas infantiles, frutas, verduras y cultivos modificados genéticamente. Estas restricciones son a menudo resultado de violaciones a las regulaciones de seguridad alimentaria de los Estados Unidos o acuerdos comerciales. La Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974 permite al Representante de Comercio de los Estados Unidos (USTR) investigar y abordar prácticas comerciales injustas o inadecuadas.

En 2020, Estados Unidos importó más de 15 mil millones de dólares en productos agrícolas de China. Esta fuerte dependencia de las importaciones chinas tiene implicaciones para la economía estadounidense, incluyendo desequilibrios comerciales, interrupciones en la cadena de suministro y posibles problemas de control de calidad.

El suministro de productos agrícolas y alimentos procesados de países latinoamericanos, en lugar de países de los cuales Estados Unidos ha sido históricamente dependiente en términos de comercio como China, podría ofrecer varios beneficios a la economía estadounidense, entre ellos, la vasta biodiversidad de América Latina permite una implementación más rápida de prácticas de agricultura sostenible, como la producción de soja en Brasil que ha reducido las tasas de deforestación, la estimación es que de continuar con esta práctica, para el 2050 logrará preservar más de 10.8 millones de hectáreas.

Por otra parte, la región es conocida por ingredientes naturales de alta calidad que se han convertido en emblemas de cada nación, como el café colombiano o el agave mexicano para el tequila, y a través de los cuales se ha logrado apoyar a las economías locales y a los agricultores.

Importar de América Latina también podría mejorar el impacto de la huella de carbono y la trazabilidad debido a distancias de transporte más cortas y prácticas ecológicas, con ejemplos líderes en la región como Costa Rica que apunta a la neutralidad de carbono para 2050. Estados Unidos tiene Acuerdos de Libre Comercio con varios países de América Latina, reduciendo los costos para las empresas estadounidenses mientras estimulan el crecimiento económico en la región.

Se ha descubierto que las frutas cultivadas en la región subtropical de América Latina tienen niveles más altos de Brix. El nivel de Brix es un indicador importante de la calidad, sabor y valor nutricional de frutas y verduras. Las frutas y verduras con niveles más altos de Brix no solo son más dulces y sabrosas, sino que también ofrecen mayores beneficios para la salud en comparación con aquellas con niveles más bajos pues tienden a ser más resistentes a las plagas y enfermedades, lo que reduce la necesidad de pesticidas químicos. Adicional a lo anterior, altas concentraciones de grados Brix están relacionadas con niveles superiores de antioxidantes, que juegan un papel vital en la protección del cuerpo contra los radicales libres y el estrés oxidativo. Esto ayuda a fortalecer el sistema inmunológico y puede reducir el riesgo de enfermedades crónicas.

Una explicación de esta ventaja natural puede atribuirse a varios factores, incluyendo el clima, la composición del suelo y las prácticas agrícolas. Un estudio de Gomes et al. (2016) publicado en la Revista de Ciencia y Tecnología Agrícola encontró que los climas subtropicales contribuyen significativamente a los altos niveles de Brix en frutas como naranjas y mandarinas. Las temperaturas cálidas y las precipitaciones adecuadas promueven el crecimiento óptimo de la fruta, lo que lleva a una mayor acumulación de azúcar.

Pero si la región tiene ese potencial de ser un importante exportador, ¿por qué no lo ha logrado?, ¿cómo pueden innovar y colaborar los países de América Latina para superar sus desafíos internos y posicionarse como líderes indiscutibles en el mercado alimentario global?

Sin duda, este es el mejor momento para América Latina, dado que las tendencias indican que el mercado de alimentos de Estados Unidos, lejos de disminuir va en crecimiento, lo que implica una mayor demanda de exportación que se ajuste a las preferencias y demandas del mercado estadounidense.

El sueño de una América Latina unida hacia una industria agrícola y agroindustrial de valor agregado, sostenibilidad y calidad, no es solo una visión a largo plazo, sino una meta alcanzable en el presente. Es el momento de unir fuerzas, de trascender las fronteras y las diferencias, para fomentar una cooperación intergubernamental sin precedentes, un intercambio enriquecedor de conocimientos y tecnologías avanzadas, y el diseño de políticas innovadoras que impulsen el crecimiento conjunto de la región.

El llamado está hecho: es hora de actuar, de tomar las riendas de nuestro destino y de mostrar al mundo lo que América Latina puede lograr cuando trabaja unida por un objetivo común.


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Andrés Felipe González Gutiérrez
  • Andrés Felipe González Gutiérrez
  • Especialista en expansión de empresas y autor del libro América Latina a la Conquista del mercado de alimentos estadounidense.
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