Y ante la indolencia oficial, las voces se multiplican.
El 20 de junio asesinaron en Chihuahua a dos sacerdotes jesuitas que defendían a un guía de turistas. Los mataron miembros de una banda que opera por la zona de Cerocahui, en la Sierra Tarahumara.
De inmediato las exigencias de justicia se hicieron escuchar desde diversos sectores de la sociedad, en especial de la comunidad religiosa.
Por supuesto ninguna de estas expresiones le hicieron gracia al titular del Poder Ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador, quien criticó a aquellos quienes se quejaron de la violencia que se ha apoderado del país.
En el sepelio de los jesuitas se escuchó la frase “Los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”, que lanzó el padre Javier Ávila, en un abierto reclamo hacia la estrategia de seguridad que sostiene López Obrador pese a todo.
Puede venir un lamento desde El Vaticano hecho por el papa Francisco, “cuántos asesinatos en México”, que al Presidente lo mismo le sirve para reprender al clero desde la mañanera al señalar a los integrantes de la Iglesia de estar “apergollados por la oligarquía mexicana”, pero no para hacer un giro, por muy leve que sea, en la estrategia federal.
Como decía hace unos días el columnista de Notivox León, Luis Miguel Rionda, que la 4T se había echado encima, involuntariamente, a un poderoso disidente. Y sí, las expresiones desde la jerarquía religiosa aumentan y el tono sube.
Este fin de semana fue el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, quien al final de la Octava Caminata por la Paz en Morelos, afirmó: “Abrazos, no balazos es demagogia y hasta cierto punto complicidad”.
Pero también resulta preocupante para el líder de la 4T, cuando un miembro de su partido y legendario actor de la política mexicana, Porfirio Muñoz Ledo escribe en su cuenta de Twitter: “El mundo al revés. Mientras los obispos denuncian claramente la complicidad del gobierno con el narcotráfico, AMLO responde con el mismo discurso; confuso, difuso, profuso y obtuso. La razón contra el oscurantismo”.
No hay nada en el panorama que permita pensar que López Obrador entrará en razón y cambie de rumbo su estrategia de seguridad, para beneficio de tantas y tantas personas agraviadas por la violencia que azota al país. Tampoco combatir con las armas a los criminales es la solución a la violencia, pero sí hay que hacer sentir el peso del Estado Mexicano y aplicar la ley, no se pide menos que eso, que todos respetemos la ley.
Andrés Amieva