La realidad de la Liga MX Femenil es que es una Liga receptora de extranjeras que, a veces, sirve de transición para algunas que encuentran en este torneo un buen lugar para mantenerse con ritmo de juego, antes de probar suerte o regresar a Ligas más competitivas.
Casos como el de María Sánchez, Uche, Bárbara Olivieri, y ahora el bombazo de Mia Fishel al Chelsea. Otro caso curioso es el de Sarah Luebbert, quién es, fácil, la volante con más peso específico en la Liga después de Liz Ovalle, o muy similar. En su primer torneo a préstamo con América, la estadunidense demostró su nivel, pero regresó a la NWSL, en donde no precisamente jugó de volante siempre, derivando en un feliz retorno, ya definitivo como transferencia, a Coapa. Con buenas prestaciones, rendimiento, cuadro competitivo y el cariño de la afición, y a pesar de varias lesiones, acabó alzando la copa.
Sin embargo, la Liga MX Femenil no exporta talento nacido en México capaz de consolidarse en el extranjero, aún. Odiseas efímeras (similares a la de Luebbert con el Chicago Red Stars), como la de Rubí Soto e Itzel González, son las experiencias que tienen las jugadoras emanadas del país o de la Liga MX Femenil, sin ningún tipo de pasado profesional fuera de México. Aunque Itzel González sí jugó futbol colegial fuera de México, en la NCAA.
Ahora, la Liga MX Femenil ha repatriado a varias jugadoras que, eventualmente, resultan ser top en esta Liga: Cristina Ferral, Stephany Mayor, Charlyn Corral y Greta Espinoza, por mencionar a algunas. Dato importante: de ellas, todas menos Mayor, antes de llegar a Europa jugaron en la NCAA.
Con ese contexto, aderezado por el bombazo de Mia Fishel, ya podemos hablar de por qué creo que las jugadoras mexicanas, y particularmente, las que sólo han jugado (colegial, amateur, y profesionalmente) en México, tienen más lastres para emigrar a Ligas más competitivas.
Amamos México, me incluyo. La gran mayoría de mexicanxs amamos el futbol, me incluyo. Pero nuestros resultados y rendimiento a nivel histórico, en ambas ramas, dentro de la cancha, no son proporcionales al amor y el impacto social que tiene el balón en nuestras vidas fuera de la cancha. ¿Por qué? Porque no democratizamos el talento.
No quiere decir que no haya talento mexicano, hay. Y justamente, cuando hay verdadero talento, a pesar de no contar con estructuras que lo canalicen y formen mejor, la materia prima es tal, que se puede mantener, e incluso puede florecer en adversidad. Pero son casos tan excepcionales y tan poco frecuentes, que conviven a la par de un trend tan real como el de #RosaPastel.
Simultáneamente, México al interior es un país muy desigual en el que el mérito es un concepto muy distorsionado, y muchas veces no define tampoco nada ni a nadie. Por lo que mucha gente exitosa aquí, probablemente no lo sería afuera. Igual, la fuga de cerebros y de gente mexicana con mucha capacidad, a otras latitudes donde sí se les valore por sus méritos, más que por una palanca o su cercanía a los poderes de decisión, es real. Esto se sabe en el exterior. Cuando platicas con extranjerxs, lo perciben.
Así como también saben lo megalómano que es el futbol aquí. Absorbe al país, y con una intensidad con pocos paralelos. Por eso quieren relaciones comerciales con México, no tanto para extraer talento nacional, pero sí para expandirse a un mercado grande, y hasta cierto punto, sencillo para vender. El Barcelona femenil lo sabe, el Chelsea fem igual. Nike lo sabe. Quizá también por eso muchxs jugadorxs son más felices aquí, ya sean mexicanxs o extranjerxs. Puedes jugar a un nivel menor, pero incluso sobrepagado, y además, con una sensación futbolera “exótica” dentro y fuera de la cancha, que seduce y puede sobrepagar incluso (dependiendo de quién seas). Por más que vengan de países con más tradición ganadora, porque su talento es más democratizado. Pregúntenle a Gignac, Pere, Jenni, o a Luebbert. Ahora, si quieres estar a nivel para jugar con una selección top, quién sabe. Pregúntenle a Mia Fishel.
Ahora, como el talento extranjero del norte global es más democratizado, y por ende más extendido entre su población, y su élite deportiva es más filtrada (por la enorme competencia), automáticamente creemos que es y vale más. Es menos difícil que te vendan humo, creemos. Porque en promedio, ciertamente están mejor que nosotrxs en casi todo. Es una apuesta por calidad y talento más segura. Aunque en México si compramos, de repente, mucho humo y a sobreprecio.
Por otro lado, el talento mexicano, que no es democratizado, y por ende es menos extendido y peor filtrado (porque hay menos entornos competitivos, y también nos venden e imponen talentos que están en la élite porque nacieron ahí), tiene que ser absolutamente excepcional para que sea, déjate valorado, visto siquiera por gente dentro de México y el extranjero. Antes de ser considerado a la par, y luego atractivo para fichar afuera del país.
Además, como jugadorx tienes que ser absolutamente excepcional para que el incremento en dificultad y competencia en el extranjero te llene y motive a dejar tu casa, la Liga MX y el fervor que desata el futbol aquí. Porque el valor inicial que te van a dar allá, va a ser muy por debajo del valor que te dan aquí. Tienes que no sólo sentir, sino realmente tener mucho talento para soportar el choque cultural, y la condescendencia automática de venir de un país del sur global (que en promedio está más abajo en casi todo), y encima de todo, romperla para consolidarte.
Y es aquí es donde entra la NCAA. La NCAA sirve como un matiz democratizador y filtrador de talento. No es casualidad que la mayoría de mexicanas que han jugado en el extranjero, hayan pasado por ahí. Tampoco es casualidad que representantes que llevan a atletas a la NCAA, o conectados con atletas de esta Liga colegial, tengan más entrada en Ligas competitivas que los representantes de jugadoras mexicanas. Además, la NCAA te da competencias para la vida que te permiten más fácilmente vivir y adaptarte en otra parte fuera de México.
No salir de ahí es un lastre para las mexicanas. Por eso hay jóvenes como Andy Balcázar (ex tuza) o Isabella Gutiérrez (ex chiva) que están optando por jugar allá durante sus 18-22 años. Saben que pueden intentar brincar el charco o quedarse en la NWSL más fácilmente, volver mejor pagadas a la Liga MX Femenil (como Alexia Delgado), o tener una vida alterna fuera de las canchas. Ahora, hay talentos que no tienen la oportunidad de salir y ser becadas por una universidad de la NCAA que, sin embargo, podrían jugar a buen nivel y consolidarse en el extranjero si rompen el lastre cultural que en su momento rompieron Hugo Sánchez, Maribel Domínguez o Stephany Mayor.
Talentos incluso mayores, me atrevería a decir, al de Mia Fishel, con quien compartieron circuito profesional, pero no un pasado en NCAA ni procesos de selección con el país más ganador en femenil.