La gente que cree en la libre competencia, se supone, cree también en el mérito. Porque en teoría cuando hay libre competencia, los productos y servicios que se mantienen son, precisamente, los mejores para lxs consumidorxs. Aquellxs que como satisfacen mejor las diversas necesidades y deseos de las personas, tienen un valor que se paga. Por eso, cuando el mercado se abre al extranjero, como aumentan los productos y servicios ofrecidos, en teoría, aumenta la competencia y la calidad.
Con ese mantra, aunque la Liga MX Femenil era un producto prácticamente nuevo en 2019 (sólo tenía 2 años de vida) se abrió el “mercado” a jugadoras mexicoamericanas. Desde ese entonces, mucha gente entre jugadoras, entrenadorxs, medios independientes, aficionadxs, y unx que otrx periodista de medios tradicionales expresaron que era una apertura precipitada y altamente distorsionante. Como el mercado laboral no es igual al de productos, estas distorsiones se antojan arbitrarias, e incluso injustas, porque van más allá de las jugadoras. Al final, tanto las distorsiones como la decisión de abrir o no el mercado dependen de la dirección de clubes, liga y selecciones, así como de la estructura en la que vivimos.
Se sabe que las mexicanas nacidas en México o con doble nacionalidad, pero con más años viviendo en México, tienen una peor formación deportiva y futbolística que las que nacieron o vivieron en EEUU. Aquí hay más obstáculos que allá para que las mujeres se desarrollen (en lo que sea): más desigualdad, machismo, pobreza, y rezago estructural que claramente también toca lo deportivo.
Aparte, las mexicoamericanas ingresaron a competir con mexicanas que ni siquiera jugaron con lo mejor de lo mejor al principio de la liga, porque se estipuló un tope de edad atípico, inexistente en otras ligas profesionales que hasta tienen ascenso y descenso. Por ende, no sólo su formación, sino que también su roce inmediato fue más competitivo, mejor. Pero en ese entonces el tope no fue para crear el mejor espectáculo posible en ese momento, sino para proteger y propiciar el desarrollo juvenil. No obstante, ese tope de edad también coincidió con un tope salarial ilegal Entonces, esos topes (distorsiones de mercado) qué protegieron? ¿Al espectáculo y desarrollo deportivo? ¿A las pioneras mexicanas? O… ¿a los bolsillos de los dueños en detrimento de las jugadoras mexicanas y el espectáculo inicial?
En fin, en ese Apertura 2019 hubo 16 jugadoras de doble nacionalidad. El año 2020 fue duro y no tengo hoy, como tal, números de jugadoras mexicoamericanas ni en el torneo trunco ni en el Guardianes 2020. Pero ese año nació en los estatutos de las ligas mexicanas el término “Jugador no formado en México” (NFM). Preocupados porque la generación de jugadores talentosos mexicanos es escasa debido, en gran parte, a la cantidad de extranjeros permitidos en la liga; y porque el deterioro futbolístico ya es patente tanto en torneos de la zona como en mundiales, los directivos buscaron “proteger” o darle más lugares a mexicanos “aquel cuyo registro en el torneo local sea después de los 18 años de edad”. Sin embargo, esa definición no aplica igual en la femenil. En la práctica, en la femenil, NFM es igual a extranjera.
El Tri varonil casi no echa mano casi de mexicoamericanos, mientras que la selección femenil (mayor e inferiores) no se concibe desde la era Cuéllar sin mexicoamericanas. Supongo que por eso nadie cuestiona por qué las mexicoamericanas no cuentan como NFM, cuando la mayoría (sino es que todas las mexicoamericanas de la liga), calificarían como tal porque casi ninguna se registra en la Liga MX Femenil siendo menor de 18. Es más, el América femenil que quedó campeón este torneo habría incumplido la norma, porque en el equipo hubo más de 4 NFM: Kiana Palacios (26 años), Orejel (26), Nicki Hernández (24), Kimberly Rodríguez (24), Andrea Pereira (29), Aurelie Kaci (33), la misma Camberos (22) aunque no acabara el torneo en la liga, Falcón (26) y Luebbert (25). Cinco mexicoamericanas formadas en EEUU, dos españolas, una francesa, y una estadunidense. Pachuca, el otro finalista, también sumó más de 4 jugadoras NFM sumando extranjeras y mexicoamericanas.
Normal. Haciendo cuentas subestimadas porque usaré el número de 36 mexicoamericanas del Clausura 2022, y dudo que en un año no se sumara siquiera una jugadora mexicoamericana a la liga, en total (entre extranjeras y mexicoamericanas), hubo 85 jugadoras NFM en el último torneo. Subestimando, son casi 8 11’s iniciales. Considerando que juegan 18 equipos, eso es más de 1/3.
Pasando a lxs técnicxs, se ve un patrón similar, aunque a menor escala porque son menos, sólo son máximo 18 DT’s en el torneo. Pero en una lógica similar, se destina mucho más dinero a DT’s NFM que a invertir en mejorar la ENDIT para que entrenadorxs mexicanxs puedan competir mejor en cancha y en salario. Ahora, independientemente de que la apertura de la Liga MX Femenil reduce el número de plazas para mexicanxs en cancha y en el banquillo, sin quedarme tan claro que por ya haber 18 y tener más entrenadoras de la ENDIT, va a mejorar significativamente el desempeño de las mexicanas en el futuro, sí ha mejorado el nivel futbolístico actual. Con sus asimetrías, porque hubo casi una goliza por jornada, pero los duelos entre los equipos punteros sí son cada vez mejores.
Por eso me parece curioso cómo se hicieron las nominaciones y premiaciones al balón de oro de la liga femenil este año. La calidad per se no conoce nacionalidades, y no reconocer que el peso específico lo tienen lxs extranjerxs con el balón y la pizarra después de lo visto es, eso, curioso. Al final no se nominó siquiera a ninguna jugadora del América, cuando Pere o Kaci bien pudieron haber ganado el balón de oro y nadie hubiera dicho nada.
Esa decisión, más que “proteger” el espectáculo o el nivel, creo que quiso proteger la imagen (mexicana) de la liga femenil. ¿Cómo habrían explicado que el único galardón ganado por mexicanxs hubiera sido el de mejor jugadora joven? ¿El obvio porque no hay extranjeras ni mexicoamericanas formadas en México? Era mucho más riesgoso dejar a Villacampa o a Mila fuera de la nominación, porque al ser menos entrenadorxs, habría hecho todavía más ruido que el de las nominaciones y premiaciones de las mejores jugadoras de la Liga.
No me malentiendan, creo en el mérito y calidad en el medio futbolístico (de dónde venga y de quién venga), así como en medidas para potenciar el talento, ergo el espectáculo. Pero si ya vamos a hablar de libre competencia y medidas que protegen la calidad y el nivel del futbol mexicano (femenil) como producto, entonces también podríamos plantearnos abrir el mercado a periodistas, directorxs deportivxs, y dueñxs NFM. Mismo principio. Sólo claro, las distorsiones del mercado no sólo suceden porque sí, son impuestas por quienes controlan el mercado, más uno no regulado como el del futbol mexicano. Pero ellos, los dueños del capital, a diferencia de lxs prestadores de servicios, no precisamente compiten. Distorsionan, pero no compiten. Y a pesar de que el nivel del futbol varonil mexicano es visiblemente cuestionable, la femenil está importando mucho de su lógica decisora en las altas esferas.