Si pudiera escribiría lo que escribo con las manos en la cara. Abriendo de vez en cuando el compás de un par de dedos para mirar desde ahí, con un solo ojo y de reojo, lo ya escrito. Pocos gestos tan humanos de pesar. Más que humano, de seres vivos, porque hasta los primates lo hacen. Taparse la cara de vergüenza. Las propias manos como único refugio en la ruina, porque dentro de ellas uno ya no está, desaparece. Como lo hacemos desde niños. Un rincón que uno inventa para sí mismo tan solo con llevarse las manos a la cara. Oscuridad absoluta en la que no hay nadie a quien tener que mirar y nadie quien nos mire. Qué vergüenza. Perú, México. Qué pena.
De manera inesperada, el miércoles pasado el presidente de Perú apareció en la televisión de su país en una imagen que anunciaba la gravedad que seguiría. Bandera nacional recién planchada, silla de madera labrada, traje oscuro, camisa blanca, banda presidencial cruzada. Cámara fija y sin cortes, 10 minutos sobre su cara. El temblor en las manos hacía aletear los papeles blancos que leía, ¿o eran los papeles blancos los que se querían ir y él tan solo los detenía? Estado de excepción decía: disolver el congreso, toque de queda, gobernar por decretos y llamar a formular una nueva Constitución. Qué países los nuestros, no cabe duda. En este caso: seis presidentes en cuatro años, el recién destituido con acusaciones de corrupción tanto para él como para algunos familiares, cinco gabinetes en tan solo 16 meses de gobierno y más de 80 ministros. ¿Será más bien que las manos se le querían escapar de los papeles para subir y taparle la cara? Tal vez, porque en cuanto el congreso lo destituyó declarando “incapacidad moral” y quebranto al orden constitucional, él llamó a nuestro Presidente para pedir asilo y fue aceptado, según nos platicó nuestro propio mandatario. En ello estaba, cargando con la familia y unas cuantas bolsas de plástico, cuando su propia escolta lo detuvo sin dejarlo llegar a nuestra embajada.
Qué vergüenza dar asilo y proteger a alguien que atenta contra las leyes de su país y con acusaciones de corrupción no resueltas, solo para que nadie se entere que la izquierda puede ser incapaz y corrupta. Que a nadie se le ocurra que así puede ser la nuestra. Ni Dios lo quiera. Qué ganas de defender la vieja izquierda. Como la autoritaria de Cuba, Bolivia, Venezuela y Nicaragua. Como la corrupta de Cristina en Argentina. Si tantas ganas tenemos de dar asilo, porque no se lo damos a Maykel Osorbo, aquel rapero cubano que por cantar “Patria y Vida” sigue en la cárcel. Qué ganas de proteger una izquierda ajada cuando ya nació una nueva: la de Boric, ojalá, y la nueva vuelta de Lula, tal vez. Qué pena.
Y no, no se desgaste en creerle una palabra al ex presidente peruano. Ahora su abogado dice que el ex mandatario no sabía lo que decía, que estaba drogado. El propio ex presidente asegura que no recuerda lo que dijo, que reconoce que lo dicho es un golpe de Estado, pero que no sabe quién escribió esas palabras. Seguro sus manos sí sabían, por eso le temblaban. En resumen: si sabía lo que decía habría que deponerlo y si no sabía, con más razón.
Dan ganas de llevarse las manos a la cara. Qué pena, qué vergüenza esa de ser gobernados por tantos sinvergüenzas.
@olabuenaga