Si después de tantos días de encierro, alguno de los que me lee en este instante tiene el aliento suficiente, le pido en nombre de todos, que salga corriendo. El tema es de vida o muerte. Corra sin parar. Necesitamos que lleve una señal bermeja, carmín, escarlata. Es urgente. Precisamos alguien que porte, del griego foros, una señal, sema, y no se detenga hasta llegar a la Península de Yucatán. Que busque en cada calle y en cada esquina hasta que encuentre al Presidente. Corra, corra más. Nuestro mandatario se lanzó a una gira desde uno de los tantos picos de nuestra montaña de contagios y hoy empezará. Cuando lo encuentre, le pedimos a usted, nuestro semáforo, que presente el signo de rojo, el rojo bermellón, el rojo bandera; que lo ponga delante… no, no delante del Presidente, no es necesario, póngalo de frente, abarcando todo el ángulo, rozando el lente, cubriendo el cuadro de la cámara de televisión. Que se transmita en cadena nacional el rojo, rojo como la muleta que conduce a la muerte al toro.
¿Qué nanómetro de la longitud de onda del color rojo no entendemos? Vamos, hasta los niños lo entienden. El de las paletas, el de las pelotas, el de las marcas famosas. El primer color visible, tanto en el espectro como en el arcoíris. Por debajo del rojo, solo lo invisible, lo infrarrojo. El rojo del eritrocito, del glóbulo rojo, de la hemoglobina. Rojo, el código internacional del peligro. El de detenerse, el del alto. El de se acabó el agua, la gasolina, el aceite y, claro, el oxígeno. El botón rojo que salva a todos en las películas: el que expulsa al piloto en el último instante de vida, el que detiene la destrucción de la nave, de la nucleoeléctrica, del submarino, del planeta. Rojo, el color que nos tiñe.
El día de hoy empezamos algo que no tiene nombre y, por lo mismo, es indecible, innombrable. El fin de la Jornada de Sana Distancia, pero con distancia y el regreso a la Nueva Normalidad, pero sin salir de casa. Estrategia adoptada en plena montaña rusa de contagios. Cierre los ojos, levante los brazos, grite. Ya sé, ya sé que la gente está harta, que la economía no aguanta, pero la comunicación no está ayudando a sobrellevarla.
Rojo, en este semáforo que tantos se están pasando, significa peligro. Significa: 65 por ciento o más de camas ocupadas, contagios en ascenso. Quiere decir que, si usted o yo nos contagiamos, quizá no encontremos cama en un hospital donde salvar la vida. Eso es rojo. Rojo como la tarjeta de expulsión, rojo como el Infierno.
Por todo ello, usted no pare de correr hasta que encuentre al Presidente. Y es que, aunque él mismo prometió “respetar el protocolo sanitario”, “tener vallas”, “evitar las aglomeraciones”, reunir a un “máximo de 50 personas” y no detenerse a confrontar a sus adversarios, no dijo nada de apagar las cámaras.
Si el Presidente hiciera su gira sin cámaras, casi no habría problema. Con cámaras, transmitirá para mucho más que 50 personas, no habrá vallas y violará todo protocolo. Con su personalidad y empatía le estará diciendo a millones de mexicanos que no pasa nada si se pasan un semáforo.
Ojalá y usted llegue a tiempo para cubrir esas cámaras y poner las pantallas en rojo. Rojo como los números rojos de nuestra economía. Rojo sangre.
@olabuenaga
