Este texto que escribo no lo escribo yo, me lo está dictando el Diablo. Ese con cola y cuernos rojos me está susurrando al oído. El Diablo. Belcebú, Lucifer, el Maligno, Leviatán, Samael, el Jefe del Quinto Cielo, el Arcángel de la Muerte. Satanás, que viene del hebreo antiguo y quiere decir “adversario”. ¿Le suena? El del tridente con el que pincha a la gente, el del olor a azufre, el mismo que dice el Presidente que le habla desde las ¿benditas redes? o ¿deberíamos decir en este caso “malditas”?, porque es desde ahí que le habla el Diablo y le dice que “provoque a la gente”, que “diga que se va a reelegir”, “que va a rifar el avión”.
El Diablo y el poder son un antiguo binomio referenciado miles de veces. Una relación estrecha, indisoluble, como Max Weber sentenció al señalar que para ejercer el poder había que pactar con el Diablo o, por lo menos, con los poderes diabólicos que acechan al poder. ¿Habremos pactado? El Diablo, ese que nos tienta, el que nos cuca, el que nos incita, el que nos posee. “Rifa el avión … rifa el avión … rifa el avión …” repite y repite la voz de ultratumba hasta que calienta y pone roja la oreja… “¿A poco vas a dejar que alguien insinúe que por una vez en la vida no llevas la razón?” Y así, el Diablo, como cuando fue serpiente, engañó y convenció. Va la rifa del avión sin avión.
El Presidente había dicho que no quería rifar el avión, que ganar algo así echaría a perder a la gente, porque el dinero “es la mamá y el papá del Diablo”, pero el Diablo es muy astuto, debe haber echado un caldero de aceite hirviendo en la memoria y la frase se olvidó. Me parece que también echó otro caldero cuando lo de la subasta de joyas, ¿invitar al pueblo bueno a pujar con más y más dinero por joyas? ¡Diablos! Y otro caldero con lo de la subasta de las casas y los coches de lujo, y otro… Diablo malandrín que nos tiene achicharrada la memoria.
El boleto trae la foto del avión, pero no se rifa el avión, y es que el Diablo, todos lo sabemos, es un bribón. Con lo cual, si le aplicáramos la nueva ley de etiquetado para asegurar la verdad sobre lo que la rifa contiene, habría que ponerle varios sellos al cachito: “falso”, “usted por esto ya pagó”, “ilegal”, “ni siquiera como colecta”, “no se lo crea”. Luego dicen que el dinero es para medicinas y equipo médico. ¿Y los impuestos que pagamos? ¿Y los miles de millones ahorrados de la corrupción? Diablo canijo y chicharronero, además de la memoria nos quiere freír la vida y el sustento.
Lo cierto es que el Diablo anda suelto. Y a punta de marrullería ya tentó al gobernador Bonilla y ahora este dice que va a rifar la casa de gobierno de su estado. Con razón el exorcismo está al alza en el mundo, 400 en los últimos años en México, donde 61% de la gente asegura que existe el infierno (https://www.gabinete.mx/index.php/es/).
Ahora bien, ¿y si no se venden los cachitos? Entre los gases de un eructo verde el Diablo murmura “no te preocupes, forzamos a los empresarios para que los compren”: 2 mil millones de pesos en total. ¿Te acuerdas de las extorsiones que las primeras damas hacían con sus bolsitos de noche? Diabólico, no cabe duda. Luego cómo pedirles más inversión.
No hay duda, este tema es un infierno.
@olabuenaga