Política

La mañanera oscura

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La certeza de haber bajado un escalón y tocar un nuevo fondo. De escuchar la fractura y no tener duda que algo fundamental estaba roto. De cruzar una línea que jamás se había traspasado y saber que de ahí no había retorno. Estas fueron algunas de las verbalizaciones de lo que provocó la nueva crisis política generada en la mañanera del viernes pasado. En ellas se entrelazaban haciendo un nudo el miedo, la indignación y el vértigo. La conversación dio un giro de fondo. De nada servía ya hablar de izquierda o de derecha, este era un tema de arriba o abajo. Es decir, de nada servía la ideología cuando éste era un tema moral, había que decidir si como gobernados queríamos mirar hacia arriba o mirábamos hacia abajo. Cerrar los ojos ya no era opción.

Hubo un claro presagio, si tan solo los que debieron leerlo lo hubieran leído. Dos días antes de la mañanera oscura del viernes pasado The Economist publicó su reporte anual sobre el estado que guardan las democracias alrededor del mundo. Un estudio que se hace desde 2006 y que este año evaluó el avance y retroceso democrático de 167 países. Retrocedimos. México era catalogado como un país con brotes autoritarios. Nuestra democracia se había degradado, decían. La participación de los cárteles en las recientes elecciones, la crítica desde la Presidencia a las autoridades electorales y a los medios… los medios… señalaban a nuestro país en un proceso de franca erosión democrática. El mapa del mundo que servía de portada al informe pintaba a cada país en un color desde el azul hasta el rojo. México estaba en amarillo.

Aún más oscuro era el fondo de la mañanera del pasado viernes. El Presidente seguía arrastrando el peso de las casas de Houston y el estilo de vida de su primogénito que, como ya he dicho, nada tiene de malo si se trata de dinero bien habido, pero que sí destruye el discurso de austeridad que el Presidente exige para todo mexicano y que le impedirá volver a decir la palabra fifí o aspiracionista sin que la primer figura que venga a la mente sea la de su propio hijo. Es decir, el Presidente había perdido su discurso y esa mañanera quería recobrarlo.

“Loret gana más que yo”, dijo el Presidente en esa asimetría que solo entiende un bully y dando un punto adicional a The Economist… la crítica a los medios desde el poder. Y dijo que le había llegado la información de cuánto ganaba el periodista y pidió que proyectaran un papelito. Más allá de las leyes que nuestro mandatario infringió de ahí en adelante, más allá de Loret, más allá del periodismo y aun más allá de que esto podría pasarle a cualquiera, la pregunta era: ¿quién es este hombre con micrófono que nos gobierna? Fue ahí que surgió el vértigo al que se sumó la indignación y el miedo.

Nuestro Presidente exponía a una persona a través de un papel que bien podría haber estado hecho de letras recortadas de periódico y hasta con faltas de ortografía como los viejos anónimos. No, no recobraba el discurso, lo degradaba. 

Las redes rompieron récords nacionales y globales de conversación, etiquetas y audiencia. En las benditas redes, el Presidente había perdido de manera descomunal.

No es democracia, no es derecho de réplica, no es legal. Es una degradación. Una mañanera oscura en donde el Presidente perdió sus galones.

Ana María Olabuenaga

@olabuenaga

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Ana María Olabuenaga
  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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