Entre los mexicanos es común escuchar comentarios de autodesprecio sobre los desafortunados lugares que ocupa nuestro país a escala mundial en incidencia de ciertas enfermedades, como la diabetes y la obesidad. Desgraciadamente, frases como “solo somos número uno en obesidad” ya forman parte de las conversaciones cotidianas.
Esta imagen propia no es gratuita y proviene de una percepción de que nuestra población está enferma. A los mexicanos nos aquejan muchas enfermedades no transmisibles y crónicas que tienen que ver con nuestro estilo de vida y con una falta de prevención como estrategia de cuidar a la salud. De acuerdo con la OCDE más de 30% de la población adulta es obesa y 15.8% es diabética; tres de cada 10 menores entre los cinco y los diez años presentan sobrepeso u obesidad, una cifra alarmante que también representa una bomba de tiempo (Ensanut).
Hay otras enfermedades crónicas y no transmisibles que los mexicanos padecemos en porcentajes importantes, como las cardiovasculares, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y la insuficiencia renal.
Si en México la salud es un tema tan frágil, ¿por qué no se invierte una cantidad considerable en prevenir las enfermedades? Desafortunadamente, la inversión en la salud no ha sido una prioridad por años. Lo más probable es que no veremos un cambio hasta que la Secretaría de Hacienda tome la bandera de la salud, al entender que ésta no solamente afecta el bienestar de los mexicanos, sino a la economía (y los bolsillos de la propia tesorería de la Federación). Para comenzar, se deberían etiquetar los ingresos de los impuestos que se cobran a las bebidas y comida de alto contenido calórico (IEPS) directamente al presupuesto de salud.
México es el país que invierte menos en salud por persona entre los países de la OCDE y mucho de ese gasto va al rubro “administrativo” lo cual demuestra una gran ineficiencia en el gasto. El sistema de salud tiene que atender urgentemente a los pacientes ya enfermos, y una vez más se ve relegada la inversión en prevención. En 2016, el IMSS advertía que estaba gastando 80 mil millones de pesos en tratar únicamente cuatro enfermedades crónicas.
Si a la ineficiencia de un sector que aún no es universal en la práctica y está sumamente fracturado le sumamos el hecho de que no enfocamos los recursos a la prevención, no es ningún misterio que padezcamos tantas enfermedades. La elevada incidencia de las enfermedades crónicas en México perpetúa un ciclo negativo en el que la enfermedad prevalece y el sistema se quiebra ante una demanda que no se puede sostener. El sistema de salud en México también está enfermo y esta enfermedad bien puede volverse crónica sin los cambios necesarios.
Aunque existen algunos esfuerzos por unificar el sistema de salud y por prevenir estas enfermedades —provenientes de los sectores público y privado, así como de la sociedad civil— aún estamos lejos de mejorías importantes. Los ciudadanos tienen que hacer malabares entre los servicios de salud estatales, federales, los que correspondan a su afiliación profesional y en muchos casos, al sistema privado, para obtener la atención médica que merecen y que se subraya como un derecho constitucional. Los múltiples sistemas solo contribuyen a la duplicación del trabajo y a un uso ineficiente de los recursos.
Una reforma del sector salud formaba parte de las metas de la administración de Enrique Peña Nieto, pero nunca se llevó a cabo. Tenemos una nueva oportunidad hacia adelante —gane quien gane la elección presidencial— para impulsar una mayor y mejor inversión en salud en México como factor fundamental para el bienestar de la población y el vigor de la economía.
Lamentablemente, los candidatos a la Presidencia hasta la fecha han hecho caso omiso de los temas de salud durante la campaña. Esperamos escuchar algo al respecto en el tercer debate que viene en puerta.
El sistema de salud no es solamente fundamental para el bienestar de los mexicanos, sino también para lograr una mayor productividad que se traduzca en un mayor crecimiento económico. El papel de la sociedad civil será clave en exigir una atención médica de mayor calidad hacia adelante, enfocada en la prevención de enfermedades no transmisibles y crónicas. Hay que exigir un aumento en el gasto en salud para reducir el impacto negativo de estas enfermedades en nuestra sociedad, en nuestra economía y en nuestro desarrollo como país. Y ojalá que un día de estos, no tan lejano, dejemos de ser el “número uno en obesidad”.
*CEO en México de Speyside Corporate Relations