La lucha, en las redes sociales, es por el semáforo rojo. Mucha gente, muchísima, está pidiendo semáforo rojo para México. ¿Qué está pasando? ¿Qué hay detrás de esta historia?
Por un lado, una realidad aterradora: somos potencia mundial en muertes y contagios por COVID-19.
Se necesita estar verdaderamente mal para no escuchar esas cifras y no estremecerse, para no ponerle nombre, apellido, padres, hijos y parejas a cada uno de esos números, y no empatizar.
Pero, por el otro, tenemos el mundo de los vivos dividido en tres: la gente que se cuida, la que no se cuida y unas autoridades que un día mandan un mensaje y al otro, otro.
La gente que se cuida se siente ofendida. Es injusto permanecer en el encierro, desinfectarlo todo, usar cubrebocas, gel, tapetes sanitizantes y respetar la sana distancia, y que el vecino, no.
Pero es más injusto hacerlo bien y ver morir a la gente que uno ama, hacerlo bien y contagiarse, hacerlo bien y quedar en la ruina mientras que al vecino no le pasa nada.
La que no se cuida está harta. Quiere trabajar, se quiere divertir, quiere celebrar y se siente agredida cada vez que los demás le quieren poner límites.
Es un atentado contra sus derechos más básicos que la quieran obligar a permanecer encerrada, a cambiar su estilo de vida y a perder dinero. Es injusto.
Nuestras autoridades no cantan mal las rancheras. Ellas también se sienten agredidas porque hacen lo que pueden con lo poco que tienen. Si encierran al pueblo, el pueblo se molesta. Si lo dejan salir a la calle, también.
Es injusto, pero se pone peor a la hora de los discursos. Los políticos hacen política, quieren quedar bien con nosotros y como estamos divididos, ¿qué hacen? Un día le dan por su lado a las personas que se cuidan. Al otro, a las que no.
¿Qué tiene en común la gente que se cuida, la que no y las autoridades?
Que los tres grupos están sufriendo, que los tres han perdido algo, que los tres sienten que son víctimas de una injusticia. Están furiosos. Estamos furiosos.
¿Se da cuenta? No somos tan diferentes después de todo.
¿Qué tiene que ver lo del semáforo rojo con esto? Que en realidad no estamos peleando por los muertos y los contagios, que estamos manifestando nuestra furia.
Los que piden semáforo rojo lo hacen para castigar a los que no se cuidan. Los que están en contra, la hacen para castigar a los que se cuidan.
¿Y cuál es el eje de esto? Las autoridades. Como ellas son las que deciden el semáforo en el que vivimos, ellas tienen la culpa de todo.
Ningún semáforo de ningún color nos va a devolver lo que hemos perdido: familia, amigos, escuela, trabajo, dinero.
Ningún semáforo de ningún color va a conseguir que los que no se cuidan, se cuiden, que los que se cuidan, se relajen, ni que las autoridades sólo le den gusto a un sector de la población.
Mire, ya, para acabar pronto: ningún semáforo de ningún color nos va a quitar la furia ni mucho menos a desaparecer al COVID-19.
¿Y si en lugar de pelearnos por el semáforo nos comenzamos a respetar? ¿Y si en lugar de preocuparnos por el semáforo nos comenzamos a preocupar por el virus?
Es muy cómoda esta sensación de “soy víctima de una injusticia”, pero no conduce a nada.
¿Qué tal si nos comenzamos a hacer responsables de lo que nos corresponde, incluyendo a la autoridad, y tomamos las riendas de nuestra vida y de nuestra salud en lugar de ponerla en manos de terceras personas?
Es más sano y productivo. ¿O usted qué opina?