Espectáculos

Ya se estrenó la serie de Jenni Rivera

El domingo pasado sucedió algo muy importante para la televisión mexicana, pero no fue en México, fue en Estados Unidos.

¿Qué? Se estrenó en Univision Su nombre era Dolores. La Jenni que yo conocí, la esperadísima bionovela de Jenni Rivera.

¿Y? ¿Qué tiene eso de importante si, al contrario, los mexicanos nos deberíamos sentir muy molestos de que esta producción, que involucra a Televisa, se haya estrenado antes en Estados Unidos?

¿Por qué tendríamos que estar emocionados de que una televisora de acá le haya dado prioridad al público de allá justo ahora que las cosas están tan tensas entre ambas naciones?

Porque esta es la primera vez que la televisión nacional le da su lugar al otro México, a esos millones de hombres y mujeres que se parten el alma del otro lado del río Bravo.

Y ellos merecen tantas atención o más que las familias que viven en Monterrey, Oaxaca, Culiacán y Zacatecas.

¡Hasta que por fin alguien se preocupó por hacer una televisión que integrara a las audiencias mexicanas que viven aquí y allá!

¡Hasta que por fin alguien tuvo el valor de presentarnos como iguales!

Sí, ya sé lo que de seguro usted está pensando: ¿cómo me atrevo a hacer semejante afirmación con tantas series y telenovelas que se han hecho sobre los mojados?

Porque esto no es una historia de mojados, es la creación de un lenguaje de televisión abierta para una audiencia mexico-estadunidense que va más allá de la migración.

Y porque creo que llegó la hora de dejar de ver a nuestros compatriotas que viven en Estados Unidos como mexicanos de segunda.

Basta ya de llamarlos mojados, de mirarlos sin respeto. México, hoy, no sería lo que es si no fuera por sus aportaciones y no hablo nada más de las económicas.

Aquí hay cultura, ciencia, gastronomía. Aquí hay dignidad.

Su nombre era Dolores es algo más que la vida de Jenni Rivera, es el principio de una nueva televisión.

Lo único que lamento es que no se haya estrenado a ambos lados del río Bravo porque eso sí hubiera sido un acontecimiento total.

Pero por algo se empieza y esto se tiene que celebrar.

Ojo: no se vaya usted a imaginar una bionovela como Hasta que te conocí o una miniserie biográfica como La vida secreta de Marilyn Monroe.

La Jenni que yo conocí no obedece a esos lenguajes narrativos.

Es un producto de corte popular, ideal para televisión abierta y solo para televisión abierta, que posee elementos para fascinar al mercado al que está dirigido.

¿Qué clase de elementos? Una combinación de recursos como los de las más tradicionales telenovelas mexicanas de todos los tiempos con otros como de videohome de los años 80 y 90, más ligeros destellos como de programa documental de periodismo de espectáculos.

¿Esto es bueno o es malo? Es buenísimo porque apela a lo que tiene que apelar, satisface a quien tiene que satisfacer.

Por lo mismo, no estamos hablando de una serie preciosista donde los actores y directores estén preocupados por crear.

No, aquí los actores y directores están más preocupados por imitar, porque los personajes se vean, se oigan y se muevan como se veían, se oían y se movían Jenni Rivera, sus familiares y amigos.

Su nombre era Dolores es como un show de imitadores, pero como un buen show de imitadores.

Cuando usted vea a María Rojo, a Luis Felipe Tovar, a Tomás Gorós, a Javier Díaz Dueñas y a todos los demás, se va a quedar con la boca abierta.

Nos queda claro que son puros actores de primera línea pero ahora, además, los vemos imitando, imitando en drama, conmoviéndonos. ¡Eso no se ve todos los días! ¡Bravo!

Luz Ramos, quien interpreta a Jenni Rivera, por supuesto, se va a ganar más de cuatro premios. ¡Está espléndida!

Por si todo lo que le acabo de decir no fuera suficiente, La Jenni que yo conocí está perfectamente bien escrita.

¿En qué me baso para decirle esto si no tiene una estructura tipo Game of Thrones?

En algo fundamental, en que intercala muy bien todo el tema narrativo con algo insólito: el chisme.

Uno está mirando aquello y se entera de cuestiones escandalosísimas de la vida de la cantante.

¿Pero no se supone que eso debería ser terrible? No porque los chismes están muy bien colocados, pegan, pero casi no se sienten.

Y aquí ocurre algo particularmente hermoso: a diferencia de otras bionovelas que pretenden convertir en seres casi, casi, perfectos a cantantes y actores, La Jenni que yo conocí, no.

Ahí se retrata a una Jenni Rivera más real, cero santa, pocha, “groserona”, auténtica y, por lo mismo, la comunidad latina de Estados Unidos, toda, brilla, destaca, trasciende.

El domingo pasado sucedió algo muy importante para la televisión mexicana, pero no fue en México, fue en Estados Unidos.

Se estrenó Su nombre era Dolores. La Jenni que yo conocí.

¡Qué bueno! ¡Felicidades a todos los involucrados! ¡Así se hace! ¿A poco no?

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Álvaro Cueva
  • Álvaro Cueva
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  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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