No sé si los mundos están habitados,
y como no lo sé, voy a verlo.
Julio Verne
Han pasado 50 años desde que Neil Armstrong se convirtiera en el primer hombre en pisar la Luna. Sin embargo, la carrera espacial no se detuvo ahí. Día a día avanza y se moderniza a pasos acelerados con la incorporación de nuevas tecnologías, actores y retos por superar. A las tradicionales potencias espaciales se han sumado otros países. Las llamadas economías emergentes, así como las empresas privadas, también han logrado cruzar los límites de la atmósfera terrestre.
Con certeza, los programas espaciales representan una fuente de empleo, innovación, ganancias económicas y prestigio internacional, sin olvidar las aplicaciones militares que también suman al poder e influencia de un país. La exploración espacial ha traído muchas ventajas a nuestra vida cotidiana. Los satélites se encargan de una gran cantidad de actividades relacionadas con telecomunicaciones, navegación, autenticación de transacciones financieras y monitoreo del clima; también resaltan las acciones de prevención y seguridad desde inteligencia hasta alertas de armas y misiles. Aunado a lo anterior, la innovación tecnológica nos brinda la posibilidad de aprovechar recursos que se encuentran fuera de la atmósfera terrestre. No en balde, el sector privado tiene puesta la mira en las telecomunicaciones, así como en la minería y el turismo espaciales.
No se debe pasar por alto que tanto la incursión de una generación de emprendedores ambiciosos como el uso dual de la tecnología(con fines militares y civiles)evidencian la necesidad de establecer normas claras que aseguren el orden, la paz y la seguridad del planeta y del espacio, contemplando los riesgos y las medidas de prevención.
Este año, China e India han tenido logros sobresalientes que conciernen a toda la comunidad internacional. El 3 de enero de 2019, el vehículo de exploración chino Chang’e 4 llegó al lado oscuro de la Luna, junto con un satélite que logró solucionar la interferencia producida en esa zona lunar. Esta hazaña fue solo una muestra de un plan más ambicioso: China estima que para el próximo alunizaje en 2035 se podría considerar el viaje con personas; en ese mismo año planea establecer una base de generación de energía solar, situada entre la Tierra y la Luna, con el fin de que sea comercialmente activa 15 años después.
El destacado avance de China contribuye de manera importante al estudio global de la ciencia espacial y también le permite desarrollar capacidades militares, tales como misiles antisatélites que antes solo tenían Estados Unidos y Rusia. Inevitablemente, las tensiones de la nación asiática con Estados Unidos se expanden a este sector y los vacíos legales en el plano internacional provocan gran desconfianza y recelo.
El otro gran competidor es India. Pese a sus limitados recursos, en 2014 se convirtió en el primer país de Asia en llegar a Marte (superando a China) y el 4° en lograrlo con tiempo y presupuesto récord. El pasado 22 de julio lanzó con éxito su misión Chandrayaan-2, cuyo alunizaje se concretará en septiembre. Esta misión evaluará la presencia de agua y otros recursos energéticos en el polo sur de la Luna, una zona aún no explorada, y su éxito podría traducirse en el acceso a una fuente más segura que la nuclear y más ecológica que los combustibles fósiles.
El programa espacial indio inició con un enfoque pacífico y con el propósito de usar la tecnología espacial para el desarrollo nacional. Sin embargo, India también aprovecha el avance de la tecnología de uso dual para beneficios militares, como lo probó con la exitosa prueba del misil antisatélites que efectuó a principios de este año.
Si bien la industria espacial está teniendo cada vez mayor auge en Asia Pacífico (Japón, Corea del Sur y Australia, también están desplegando programas importantes), el resto del mundo no se ha cruzado de brazos. Durante el Congreso Internacional de Astronáutica de 2016 en Guadalajara, nuestro país propuso el lema “hacer el espacio asequible para todos los países”. Ante el escenario actual, este lema cobra mayor relevancia.
América Latina también ha incursionado en proyectos notables. Hasta el momento, nueve naciones de la región cuentan con agencias espaciales (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Perú y Venezuela). La mayoría de estos ha conseguido notables adelantos gracias a la cooperación con Estados Unidos y Rusia, así como con China e India. Brasil ha estado a la cabeza del desarrollo espacial regional con la mayor cantidad de satélites en órbita y dos centros de lanzamiento. No obstante, el próximo año se prevé el inicio de la primera misión lunar iberoamericana, a cargo de Ecuador y Colombia, que marcará un nuevo capítulo en la exploración del espacio sideral.
México tiene una creciente presencia en la industria aeroespacial, la cual ocupa el 12° lugar a nivel mundial y cuyas exportaciones estuvieron un crecimiento de 176% en la última década –aunque esto se debe principalmente al sector manufacturero aéreo. La Agencia Espacial Mexicana se ha propuesto entre los cinco objetivos de su visión 2030 que México se convierta en un destacado actor internacional en el ámbito espacial y expandir la conciencia nacional sobre los beneficios de la exploración del espacio y el incremento del capital humano en esta área.
Sin duda, se debe reconocer el talento mexicano: desde el Dr. Mario Molina, galardonado con el Premio Nobel, quien contribuyó al programa de naves espaciales no tripuladas de la NASA y al estudio de la capa de ozono, hasta los astronautas, ingenieros, científicos y jóvenes mexicanos que aportan a la investigación espacial internacional.
Hasta ahora se han lanzado 12 satélites mexicanos y 5 más se encuentran en construcción. La apertura del primer centro espacial de América Latina en Atlacomulco, Estado de México, el próximo noviembre, al igual que el lanzamiento en colaboración con la NASA del nano satélite AzTechSat-1, construido por jóvenes de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, ponen en evidencia el potencial e interés de nuestro país en aumentar su presencia espacial. Sin embargo, los retos aún son de gran envergadura y México todavía tiene un largo camino por recorrer antes de alcanzar a los países que lideran la exploración, aprovechamiento y protección del espacio exterior en el siglo XXI.
La carrera espacial se ha acelerado vertiginosamente con progresos y descubrimientos que superan los escenarios ficticios que conquistaron el imaginario popular por siglos. El robot humanoide Fedor, que Rusia envió a la Agencia Espacial Internacional para imitar los movimientos de los astronautas y poder ayudarlos en actividades riesgosas, es una de las mayores innovaciones en inteligencia artificial, además de ser una muestra clara de la evolución del sector desde el Sputnik de 1957. Actualmente, hay condiciones para que todos los países que tengan la capacidad y el interés de adentrarse en la exploración espacial puedan participar. Esta oportunidad México la puede y debe aprovechar para posicionarse mejor a nivel regional y global, además de beneficiar a su desarrollo nacional, como la 15ª economía de nuestro planeta.
*(Internacionalista de El Colegio de México, A.C.)