Alberto Alesina y Francesco Giavazzi han publicado un análisis apocalíptico que pinta un futuro más grave que la situación en curso, ya de por sí catastrófica, en las planas del periódico italiano Corriere della Sera. Titulado “Un segundo virus en el mundo”, no escatima alertas en diversos sentidos, incluida la eventual desaparición de la Europa actual en provecho de Estados Unidos, China y Rusia. Si el primer bicho se llama coronavirus, el otro es el populismo retratado en líderes autócratas como Vladímir Putin, Donald Trump, Tayyip Erdoğan y Viktor Orbán.
Si algo une a los populistas, nos recuerdan los autores, es el rechazo a la ciencia, tema del que hablamos la semana pasada en el sentido del peligro que conlleva la supremacía de poder político sobre la perspectiva científica. Estas semanas ilustran el punto con el precioso tiempo perdido por decisiones políticas fallidas en Gran Bretaña, con su primer ministro convaleciendo del contagio después de pasar por terapia intensiva, y Estados Unidos, con récords de muertos e infectados gracias al desdén de su presidente por la información médica en favor de sus tiempos de campaña.
El virus, en visión de los populistas, es una herramienta electoral, como exhibe Orbán minando la democracia en Hungría, o el propio Trump, quien en lugar de unir al pueblo en el momento de emergencia nacional, lo divide camino a las elecciones de noviembre. Putin cambia de nuevo la ley para eternizarse en el poder, interviene en comicios ajenos y se da el lujo de burlarse de la democracia liberal, a la que reserva la frase de “sistema obsoleto”.
El gobierno de México tuvo tiempo de tomar decisiones con base en los escenarios chino y europeo, y pese a las resistencias del Presidente a dar el ejemplo con la adopción de medidas de prevención, que a diario pide el doctor Hugo López-Gatell, las calles se han vaciado. Una mayoría ha escuchado al científico y eso hay que saludarlo desde el confinamiento personal, apostando a la estrategia médica sobre la bravuconería y la confrontación con el otro ángulo de la contingencia, el económico. La famosa tregua deberá incluir al sector privado o solo habrá cambiado de rival, lo que la hace inservible en el peor momento.
@acvilleda