Una tarde veraniega de 2014, en la redacción de MILENIO, el colega Héctor Zamarrón me invitó a participar en un par de programas televisivos especiales a grabar desde la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de aquel año, cuyo huésped especial fue Claudio Magris. Dadas las habilidades de mi compañero como periodista, guionista y conductor, en realidad mi papel se facilitaba mucho, pues solo tenía que hablar de los autores involucrados y seguirle el hilo.
Aquel primer proyecto resultó tan aceptable y productivo que desde entonces se convirtió en una parada anual obligada, con diversos ajustes e innovaciones a cada nueva versión, con una serie de encuentros y entrevistas entre los que puedo enlistar no solo a grandes figuras consagradas de las letras, sino a otros formidables autores que además son muy queridos amigos, convivencia que es posible en un foro como el que representa la FIL.
De aquel año a la fecha en ese espacio, epicentro cultural del mundo de las letras, recuerdo con emoción entrevistas, entre otros, con Salman Rushdie, Emmanuel Carrère y Arturo Pérez-Reverte; compartir el micrófono en el programa con Maruan Soto Antaki, Alberto Ruy Sánchez y José Luis Martínez; decir “salud” con Jon Lee Anderson, Trino o la gran Ligia Urroz en alguna velada, o simplemente saludar a personajes como Ida Vitale, Elena Poniatowska, Xavier Velasco, Benito Taibo, Rodrigo Fresán, Norman Manea o Juan Villoro.
A veces con la compañía del experimentado reportero Jesús Alejo, otras con Ariel González, Erandi Cerbón, Leticia Sánchez, Vero Maza, Paola Tinoco o Pedro Domínguez, la cita anual de la FIL siempre es un acontecimiento con el vértigo de los dos días de programa, las entrevistas y la cobertura de las cátedras, más los recorridos obligados, pero también por la satisfactoria salida nocturna que no da tregua, sea en el bar América o en el Hospicio Cabañas, sea en el Santo Coyote o la Copa de Champaña, sea en la difunta fiesta del FCE o en la de MILENIO.
Año de nostalgia por la FIL presencial.
@acvilleda