Desde su presentación, el 8 de septiembre de 2016, el paquete económico 2017 despertó polémica. La cifra inicial de 4 millones 837 mil 512.3 pesos contemplaba, respecto del ejercicio anterior, un ajuste a la baja de 239 mil 700 millones de pesos, equivalente a 1.2 por ciento del PIB.
Es importante reiterar que el presupuesto 2017 tiene dos grandes objetivos: disminuir la deuda y alcanzar un superávit primario. Para alcanzar dichos objetivos había dos caminos: aumentar los impuestos o recortar el gasto. Apostamos por lo segundo.
¿Por qué se plantearon estos objetivos? Actualmente, nuestra deuda representa 50.5 por ciento del PIB. Es una proporción alta pero manejable si la comparamos, por ejemplo, con las de Estados Unidos (que es de 108 por ciento de su PIB), casi igual que la de Gran Bretaña (89 por ciento del PIB), la de Brasil(78 por ciento del PIB) o la de Japón, el país más endeudado del mundo, con una deuda 2.5 veces más grande que su PIB. El dato no es para consolarnos, sino para destacar la responsabilidad con la que México maneja sus finanzas.
Seguir con la inercia de endeudamiento nos llevaría, tarde o temprano, a una situación compleja, considerando un entorno internacional con un tipo de cambio volátil, precios del petróleo a la baja, falta de dinamismo en la economía internacional y, por supuesto, nerviosismo de los mercados por la elección de Estados Unidos.
A pesar de ello y gracias a un manejo responsable, México crecerá 2.4 por ciento en 2016. Entre enero y agosto los salarios crecieron 1.1 por ciento; el empleo está creciendo a una tasa anual de 4 por ciento: solo en septiembre se generaron 160 mil 175 trabajos, la cifra más alta en casi dos décadas. La tasa de desocupación se redujo a 3.9 por ciento; las ventas del sector automotriz crecieron 18 por ciento y el crédito al sector privado 13 por ciento. Incrementar la deuda arriesga estos logros; de ahí la importancia del superávit primario.
El superávit primario es la diferencia entre ingresos y gastos gubernamentales, excluyendo el pago de intereses. Desde 2008 México ha tenido un déficit financiero: gastamos más de lo que ingresamos. En 2017 cubriremos nuestro gasto gubernamental solo con ingresos propios, sin contratar más deuda. De esta forma alcanzaremos un superávit primario de 0.4 por ciento, equivalente a 73 mil 800 millones de pesos. Ello nos permitirá mantener apoyos para beneficiarios de programas sociales y educativos, así como continuar con infraestructura en construcción.
Los diputados modificamos la Ley de Ingresos porque requería un enfoque más actualizado, con un tipo de cambio más acorde y en un entorno de recuperación paulatina de los precios del petróleo. Por ello, estimamos el tipo de cambio en 18.62 pesos por dólar e incrementamos la producción petrolera de mil 928 a mil 947 miles de barriles diarios. Con esta actualización se obtienen ingresos adicionales por 51 mil 300 millones de pesos, que nos permiten continuar apoyando rubros como ciencia y tecnología, medio ambiente y deporte.
En otro sentido, hay que señalar que como consecuencia del aumento en las participaciones estatales, que crecieron en promedio 5.3 por ciento, todos los estados recibirán más recursos, con excepción de Campeche —por su vínculo con la industria petrolera y ante la baja de los precios del petróleo—. Esto permitió, por ejemplo, que el Estado de México tenga asignados 8 mil 500 millones de pesos adicionales por participaciones o que la Ciudad de México tenga 8 mil 700 millones de pesos más para invertir.
Comentario aparte merecen los ajustes en salud y educación. El ajuste en el Seguro Popular se debe a que durante este sexenio se han creado más de 2.3 millones de nuevos empleos. Son 2.3 millones de personas que hoy están afiliadas al IMSS, disminuyendo las presiones financieras sobre el emblemático Seguro Popular. Por otra parte, los ajustes en la inversión en infraestructura educativa se compensarán con un programa de bonos para escuelas en estados y municipios.
Un ajuste presupuestal genera inquietud, pero en el contexto actual y en relación con los objetivos de la política económica, este presupuesto envía una señal de certidumbre a los mercados y fortalece la estabilidad económica, lo que a su vez protege los bolsillos de las familias mexicanas.
La coyuntura exige responsabilidad y austeridad. Así lo entienden todas las fuerzas políticas en la Cámara de Diputados, donde hay voluntad de diálogo. Nuestro país es cada vez más atractivo para los inversionistas, con mayor peso en la economía mundial y de mayor relevancia comercial. Preservar estos logros es el camino para elevar la calidad de vida de las familias mexicanas. El Presupuesto de Egresos de la Federación 2017, un paquete responsable, es el primer paso.
*Diputado federal del PRI