La publicación de una novela inédita de un ganador del Premio Nobel, una década después de su muerte, debería ser el acontecimiento del año en el mundo literario. Por razones diversas, el lanzamiento de En agosto nos vemos, de Gabriel García Márquez en su tradicional sello Diana, viene precedido de algunos datos que arruinan la emoción.
Por sus hijos Rodrigo y Gonzalo García Barcha sabemos que el colombiano no quiso que esa obra viera la luz, no estaba satisfecho con ella, expresó que no servía y dejó instrucciones precisas para destruirla. Por esos mismos familiares sabemos, en la presentación del libro, que traicionaron los deseos del escritor y lo dieron a conocer, pese que tiene “algunos baches y pequeñas contradicciones”.
El suceso no puede estar exento de debate y de lecturas encontradas, pues mientras algunos creen, como un servidor, que debió respetarse la voluntad de García Márquez, otros echan mano del argumento natural colgado al cuello de Kafka, quien no publicó nada en vida por decisión propia y su obra, momento mayor de la historia de la literatura, solo se conoció después de su muerte.
La diferencia con el caso Kafka es que el checo nada publicó en vida y acá sí hay una historia literaria coronada con el Premio Nobel. Otro caso es el libro de cuentos Bajo el sol jaguar, de Italo Calvino, cuya viuda dio a conocer años después de la muerte del autor, pese a que estaba inconcluso, porque el italiano había planeado un volumen con cinco relatos sobre los sentidos y murió cuando tenía apenas tres. Las tres historias logradas sí estaban listas para la imprenta.
Disquisiciones aparte, en el terreno narrativo, En agosto nos vemos es una historia de amor cocinada con la prosa exquisita del maestro sobre una mujer en sus cuarenta, Ana Magdalena Bach, que aborda un transbordador cada 16 de agosto para visitar la tumba de su madre en una isla en la que conoce a un hombre que cambia su dinámica familiar. Sin desplazar ninguna de las novelas anteriores, no deje usted de leer por favor esta novedad.