El siglo XX estuvo marcado por luchas ideológicas, y por el establecimiento de los Estados democráticos en contraposición a los Estados Totalitarios y autoritarios.
Sin embargo, una vez que fueron pasando los años, los ahora gobiernos democráticos no terminaban de cuajar una vez que transitaron de Estados no democráticos a Estados democráticos y más aún, las sociedades de las democracias establecidas se enfrentaban a transformaciones profundas.
Bajo este contexto, surge la sociedad civil como un elemento clave en el debate sobre la construcción democrática.
El elemento central para toda discusión sobre la democracia, es saber hasta que punto la participación de la sociedad ayuda a fortalecer los regímenes políticos democráticos.
Ya desde los años sesenta algunos consideraban a la sociedad civil como una escuela de virtud para ciudadanos líderes, y más atrás ya desde el siglo XIX, recordamos a Alexis de Tocqueville quien decía que "la participación en las organizaciones que conforman la sociedad civil es la primera escuela de la democracia".
De ello se han desprendido estudios que demuestran que para medir la vida asociativa habrá que estudiar a la sociedad civil, pues cuando hay mayor inclinación por participar en la sociedad civil, se genera una mayor cultura de participación y de cooperación hacia el Estado, lo que deriva en una mayor gobernabilidad.
Lo anterior se ha visto como una "teoría que propone una relación positiva que va desde la sociedad civil a la democracia".
También se discute la importancia de la sociedad civil y su desempeño en la democracia, siendo un elemento la generación de capital social:
"Entendida como las redes de confianza y reciprocidad que surgen de la participación cívica. Según la perspectiva que enfatizaba la centralidad del capital social en la promoción de la democracia, dicho efecto se asienta en tres principios: a) los cambios sociales a nivel micro producen cambios a nivel macro, b) las orientaciones y practicas generadas en una asociación se expanden a otras partes de la sociedad y c) las mismas estructuras asociativas operan de modo similar en distintos contextos sociales, o sea, los efectos democráticos del mundo asociativo se transfieren con facilidad de un marco a otro".
Por otro lado, Robert Putman, quien realizo un trabajo sobre las asociaciones de ciudadanos que se crean para impulsar diferentes intereses ya sean deportivos, de cultura, artes defensa del medio ambiente, etc., diciendo que eran la fuente de instituciones que funcionan adecuadamente.
Esto se debía a dos razones principalmente, primera a que las asociaciones inculcan ciertos valores y prácticas democráticas, como la solidaridad, cooperación y el interés por lo público.
La segunda es porque tienen efectos exógenos sobre el propio sistema político y mejoran la articulación y la agrupación de intereses, generando consensos.
Lo que se surge de esta perspectiva es que, a mayor número de asociaciones, mayor será el capital social, lo cual llevará al establecimiento de instituciones eficientes y democráticas. Esta teoría adquiere gran relevancia y valor practico para el diseño de las políticas públicas.
Es en los años noventa cuando se considera que habría que fortalecer a la sociedad civil siendo la vía más efectiva, la creación de nuevas asociaciones y el incremento de nuevos participantes.
La fórmula no parecía complicada, a mayor número de organizaciones civiles (no de corte partidario), aumentaban las posibilidades de que las instituciones -no democráticas-, se democratizaran o si ya lo eran se fortalecieran.
Este interés por la ampliación de la sociedad Civil, se debe alrededor del consenso de Washington que buscaba imponer en diferentes países la idea de transferir la lógica del mercado a la vida política y social.
Lo importante fue que derivado de este enfoque limitado surgen como parte del impulso asociativo, otros puntos de interés como la transparencia, rendición de cuentas y acceso a la información, que se convierten en herramientas indispensables en la lucha civil, contra los gobiernos autoritarios o poco democráticos, donde la violencia y los excesos policiacos son la norma.
De ahí que la sociedad civil siga impulsando la ampliación de la esfera pública y la adquisición de nuevos derechos, como parte de la construcción y preservación de los llamados Estados democráticos.
Sin embargo fueron pasando los años y se generó un marco de desilusión ciudadana respecto al rendimiento de las democracias formalmente establecidas, como lo demuestran los estudios sobre la calidad de la democracia en América Latina que realiza el PNUD (Informe sobre la Democracia en América Latina), donde en una serie de trabajos toman a la sociedad civil, como un motor que puede dinamizar a las democracias en un contexto donde hay una bajísima legitimidad de las instituciones y de los partidos políticos.
Es decir, para fortalecer a las instituciones públicas, se requiere del involucramiento de la sociedad civil y, sobre todo, de liderazgos emanados de la sociedad civil, lo que dinamizará y dotará de legitimidad al sistema político.
"Por una sociedad libre de discriminación y violencia".
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