Este año ha sido histórico y marcará la pauta de los próximos años en México e Hidalgo, donde el otrora partido en el poder perdió su hegemonía, para convertirse en una minoría.
Por primera vez llegó al poder presidencial un partido electoralmente de izquierda, y podría quedarse 12 o hasta 18 años en el poder, mucho dependerá durante estos 6 años del trabajo de Andrés Manuel López Obrador, quien tendrá el peso histórico y político para institucionalizar el descontento social que se convirtió en movimiento.
El camino no es fácil, pero tampoco complicado por la crisis de los partidos. Cambiar de nombre, de siglas y de colores, ha rondado por las dirigencias de algunos partidos, que ya no logran ser representativos, cuyas banderas políticas fueron arrebatadas, la izquierda al PRD y la centroderecha pragmática al PRI, quienes por cierto son los únicos partidos de México, afiliados a la internacional socialista, (una asociación de partidos y organizaciones políticos que buscan establecer el socialismo democrático), deberán definir su papel como partidos de oposición, cargarse a la izquierda y competir con MORENA, o cargarse a la derecha y competirle al PAN.
Esta parece ser la opción más inmediata, y menos fructífera, porque seguirá ocurriendo lo del 1 de julio del 2018, donde la polarización hizo que candidatos se disputaran la bandera del establishment (grupo dominante o elite del poder), y uno solo, AMLO, el discurso antisistema. La pregunta es, cuántos militantes y cuadros de estos partidos apostarán e invertirán, tiempo, dinero y esfuerzo, a una causa política con un alto grado de certeza de ser oposición durante casi dos décadas.
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