El reto de las Ferias del Libro del Futuro –futuro que nos llegó de golpe con la irrupción de las Inteligencias Artificiales y los temores y las sospechas que sembraron en el mundo de la creatividad y la escritura– está en la necesaria apertura a nuevas formas de lectura, escritura y crítica, y, sobre todo, en atraer a otrxs lectorxs que buscan en otros formatos y manifestaciones expandidas lo que no encuentran ni en el libro ni en la “literatura” convencional, dos cosas a las que les rendimos un culto muchas veces injustificado y casi siempre exagerado. Algo así escribí hace un año, pensando en lo que implica para quienes están al frente de esas “celebraciones del libro y la lectura”, las transformaciones de lo que entendemos como literatura y lo que indiscriminadamente etiquetamos como “cultural”.
Si en los últimos años hemos visto el revés del canon y la irrupción en el escenario de lo que antes se escribía y se leía en las periferias de “lo literario”, ahora asistimos a nuevos debates teóricos y críticos atravesados necesariamente por la capacidad creativa de la máquina.
Hace mucho que no nos preguntábamos honesta y abiertamente (es decir, sin creer saber de antemano la respuesta) qué significa la creatividad, o dónde radica lo literario.
La máquina vino a poner en duda los conceptos de originalidad, de autor, y nos obligó, tal vez ociosamente, a pensar si el arte es una característica exclusivamente humana, y si la literatura –ya expandida y ejercida más allá del libro y sus propios y tristes límites– aún tiene razón de ser en un momento generacional en el que 30 segundos bastan para contar una historia y hacerlo bien.
Supongo que ferias del libro como la que está a punto de arrancar, organizada por la máxima casa de estudios de Hidalgo, han encontrado las estrategias que les permiten ser bastiones de la tradición y, a la vez, espacios renovados para nuevas escrituras, nuevos lectores y otros horizontes creativos.
Vayan a la FUL. Siempre es una experiencia enriquecedora.