El debate que han suscitado las inteligencias artificiales es válido a pesar de lo absurdo que pueda parecer el temor que han sembrado tanto en programadores e ingenieros como en profesionales de las industrias creativas; dos extremos aparentemente irreconciliables de nuestro trabajo intelectual. Supongo que lo único de lo que podemos estar seguros es que no hay vuelta atrás, por más cartas que expertos y tecnólogos firmen pidiendo ralentizar el desarrollo de IA en lo que asimilamos el golpe que ha sido su popularización en los últimos meses. Paradójicamente, serán estas tecnologías modeladas a semejanza de nuestra complejidad neural las que nos regresen a la pregunta esencial de qué es lo que nos hace humanos… A la pregunta de qué tenemos en común con otras formas de vida, se agregará el qué nos diferencia de las máquinas: ¿la inteligencia?, ¿la percepción subjetiva del entorno y de nuestras experiencias vitales? ¿Qué?
La cuestión no es gratuita sobre todo porque en un periodo muy corto llegamos al punto en el que somos incapaces ya de discernir entre lo que hemos creado con nuestras manos, lo que hemos creado con máquinas o mediaciones tecnológicas y lo que la máquina ha creado por sí misma; y en el que el pasado parece reconstruirse tecnológicamente para acomodarse y volverse más atractivo para un presente insatisfecho y cruelmente dividido y para un futuro en el que la humanidad lo pierde todo (el escenario en el que sistemas de IA racionan el agua de manera “justa” es el único terrible e inevitable). Lo interesante es que las IA se han convertido en el oscuro espejo de obsidiana en el que vemos el reflejo de lo que verdaderamente somos: nuestros temores más profundos y el potencial de nuestras ideas, las capacidades creativas de nuestro dolor y sufrimiento, y la experiencia, exclusivamente humana, de ponernos en el lugar del otro para intentar comprender que la vida va más allá del ensimismamiento en nuestras existencias. Me gustaría invitarles a escuchar una charla que daré sobre estos temas mañana, jueves 13 de abril, en el Centro Cultural Casa Padi, en Piracantos, a las 7 de la noche. Si pueden, será grato verles por ahí. Paz.