La escuela es un espacio sociocultural en el cual las personas (docentes, alumnos, madres y padres de familia, miembros de la comunidad) desarrollan una interacción cotidiana, cada quien desde la posición que ocupa y de los saberes que posee. En este sentido, el enfoque de la Nueva Escuela Mexicana propone considerar el diálogo de saberes como una posibilidad de comunicación que les permite asumir una posición crítica ante la realidad social de su entorno. El diálogo de saberes permite que los sujetos reconstruyan históricamente sus saberes, en el caso de la escuela, para reconocer los anclajes que se tienen en la tradición pedagógica y visualizar posibles estrategias más pertinentes, participativas y de mejora para su realidad actual. Por otra parte, posibilita identificar formas verticales en la comunicación para transitar hacia una horizontalidad y configuración más democrática de los espacios, donde la esencia sea la dialogicidad y criticidad sobre lo que piensan y hacen.
El diálogo de saberes se constituye en una construcción-reconstrucción permanente de los sentidos y significados que le damos a nuestro mundo, a través de las narraciones de nuestra vida cotidiana. En ello se encuentra el sentido de lo que hemos sido, somos y queremos ser, porque le damos significatividad a nuestra práctica, comprendemos el sentido de la escuela y la comunidad. Nos distanciamos de mirar el espacio escolar como algo cosificado para imprimirle un sentido humano.
La construcción-reconstrucción de sentidos y significados no es un asunto fácil en el diálogo de saberes, hay confrontación y negociación. La interacción hace emerger antagonismos implícitos en las formas de pensar y hacer de los involucrados. El poder aparece como un elemento determinante que requiere ser tratado y negociado adecuadamente para que fluya la comunicación y no la imposición. Bianchi, D. y Tommasino, H. (2025) nos dicen que “el diálogo de saberes se hace político, en cuanto encuentra los sistemas de poder que descalifican y excluyen saberes y conocimientos, y da lugar en la confrontación a esa posibilidad de dotar de un estatuto propio desde las sabidurías, prácticas, cosmogonías, permitiendo una contrastación que no solo busca construir la complementariedad sino hacer visible ese intercambio desigual entre culturas, lo cual va a permitir la emergencia de esos saberes y conocimientos propio de lo subalterno” (pág. 5). Así, si bien reconocemos la complejidad del diálogo de saberes, también se reconoce que un dispositivo de cambio y tránsito en la cultura escolar y comunitaria.