La palabra “pervertido” es fuerte, incluso escandalosa. Se asocia con personas de costumbres o inclinaciones sexuales consideradas socialmente negativas, desviadas o inmorales. “Maldito” como adjetivo tiene un significado similar. Se atribuye a personas perversas, de malas intenciones y de dañadas costumbres.
Nadie en su sano juicio aspira a ser llamado: “Perverso y maldito”. Es convertirse en alguien despreciable y repugnante. Además “maldito” como sustantivo, añade una especie de invocación divina para la condena del individuo.
Permíteme preguntarte algo: ¿Te consideras pervertido y maldito? Quizá digas, ¡por supuesto que no! Permíteme citar un par de parámetros divinos, para que reflexionemos al respect:
Pablo nos hace una seria advertencia: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo”, (Gálatas 1:6,7).
Alejarse de “la gracia de Cristo”, significa desechar el sacrificio del Dios encarnado en la cruz del calvario, y suponer que hay otros caminos para obtener perdón de pecados, salvación eterna, y una nueva vida.
“Gracia” es algo que solo Dios puede otorgar y lo hace gratuitamente y por amor a ti y a mí. “Gracia” no solo es que Dios no descargue su ira justa y santa sobre nosotros, pecadores perdidos. La “gracia” de Dios ofrece también perdonarnos y darnos una nueva vida a través del arrepentimiento y la fe depositada exclusivamente en Jesucristo.
“Gracia” es el único evangelio que proviene de Dios. Si alguien viene ofreciendo cualquier otra cosa es un “pervertido”. Pero no solo eso. Pablo también dice que si aún “alguien espiritual”, o incluso “un ángel del cielo” nos predica otro evangelio que no sea el de la “gracia”, “sea “maldito”, (Gálatas 1:8,9)
Morir habiendo rechazado a Jesucristo, es morir en condición de “pervertido y maldito”, condenado al fuego eterno. No intentemos añadir nada a lo que ya Dios hizo por nosotros. Hacerlo en un insulto contra el Creador del Cielo y de la tierra; de todo lo visible e invisible.
Arrojémonos a los brazos del Dios de gracia y paz, creyendo en Aquél que está a la diestra del Padre intercediendo por nosotros: Jesucristo.