El lunes pasado cayó un chaparrón en la ciudad. Detenido en el tráfico sobre la avenida Garza Sada, esquina con Alfonso Reyes, vi un grupo de centroamericanos cubriéndose de la lluvia bajo el puente. Eran cerca de 12 hombres y mujeres, como tres niños y un bebé.
Algunos traían una bolsa de plástico encima y caminaban entre los autos a pesar de la fuerte lluvia. Pedían ayuda para comer.
Igual que seguramente usted, amigo lector, he visto inmigrantes en muchos otros cruceros, pero casi siempre solitarios, no en grupo como el del lunes.
Cada vez son más los centroamericanos que llegan a Monterrey supuestamente de paso y comienzan a quedarse. De acuerdo con las proyecciones de población (Conapo), en 2018 debió llegar un total de 3 mil 832 migrantes extranjeros a vivir a Nuevo León.
¿Dónde trabajan esas personas? Difícil saber, pero existe un fenómeno que no teníamos en la ciudad: las contrataciones eventuales de desconocidos.
Todas las mañanas, la Alameda Mariano Escobedo está repleta de personas en busca de trabajo. A la usanza de los pueblos en Estados Unidos, los trabajadores llegan en espera de camionetas que los contratan por un día o por toda la semana para trabajos de construcción, labor o lo que se necesite; incluso algunos son plomeros, electricistas o carpinteros.
El caso es que se contrata mano de obra barata sin prestaciones ni seguro médico, sin compromisos ni papeles, sin preguntar la nacionalidad ni pagar impuestos…
Según Donald Trump, los migrantes les quitan trabajos a los estadunidenses y afectan la economía. El ideólogo de esto es el economista George Borjas, quien asegura que el aumento de trabajadores baja el salario; un aumento de trabajadores del 10% en un sector, baja el salario en 3% de su valor y los empresarios se llevan el dinero de la diferencia, afirma.
En contraste a los que dice el investigador, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en un reporte de 2017 asegura que es muy reducido evaluar el trabajo como una mercancía y eso da pie a algo que se llama “la falacia de los empleos fijos”.
Se trata de entender que el número de empleos no es nunca fijo, es muy variable y circunstancial.
“Los inmigrantes no son como naranjas. Es cierto que si aumenta el número de naranjas disponibles en un mercado, el precio tiene que bajar. Pero los inmigrantes no son naranjas. A diferencia de ellas, los inmigrantes consumen, producen e invierten. Compran carros, comida y casas”, asegura el reporte del BID explicando cómo es que la economía del país resulta beneficiada con los inmigrantes.
Otros investigadores, como Giovanni Peri de la Universidad de California aseguran que la tecnología desplaza más empleos que los inmigrantes y recuerda el caso del tomate y el programa braceros en 1950, cuando Estados Unidos en guerra buscó mexicanos para cosechar tomates en California. Hasta la década de 1960 contrataron braceros a pesar de que ya había máquinas que lo podían hacer.
Cuando el gobierno decidió que los mexicanos les quitaban empleos a su gente, suspendieron los permisos. Para sorpresa de todos, en 1966, el 90 por ciento de los tomates producidos en California se recolectaban con máquinas y no con trabajadores estadunidenses.
Supongo que podríamos citar más estudios a favor de los inmigrantes o en contra. Está claro que se trata de un problema complejo que responde de diferente forma en diferentes estados y sectores, es imposible hablar de generalidades en este tema.
¿Los inmigrantes son buenos o malos para la economía?
Esta pregunta es importante porque ahora con los acuerdos hechos con la Casa Blanca tendremos que “adoptar” a muchos inmigrantes temporalmente, tendrán que trabajar en México y seguro muchos se quedarán.
Debemos saber cómo haremos para que los centroamericanos abonen en la economía del país y específicamente de Monterrey, porque ya están aquí y sin duda también tenemos un compromiso humanitario… o usted, ¿qué opina?