Se quedó dormido sin apagar el televisor. Ni siquiera se inmutó cuando el envase resbaló de su mano y rodó hasta sus pies. No es tan tarde, aunque la película terminó hace horas y transmite un documental sobre los mejores momentos del soccer en la liga de quién sabe qué país europeo.
El departamento en ese tercer piso no es tan amplio, pero hay suficiente espacio para poder desplazarse sin sentirse agobiado o temeroso de tirar o romper algo al ejecutar cualquier movimiento.
Fue lo mejor que pudo conseguir luego del divorcio, así que sin problemas logró trasladar ahí algunas cosas, pocas, con las que se quedó luego de la separación.
La zona más amplia es la conformada por sala, comedor y cocina, todo más o menos bien distribuido en unos 15 metros cuadrados. Al contar con un pequeño sillón de dos plazas, además del maravilloso reclinable en el que ahora duerme, no tiene problemas para estirarse cómodamente mientras ve algo en el aparato receptor. No lo hace por entretenimiento o para pasar el tiempo: la programación le resulta demasiado aburrida y en realidad lo usa para arrullarse. Casi siempre duerme ahí, su muy particular espacio seguro es también su pasaporte al mundo de Morfeo.
Terminó el documental. Ahora transmiten, por enésima vez en las últimas semanas, la misma película. La protagonista está sentada tallando algo con un cuchillo de caza sobre los tablones de una desvencijada mesa a la intemperie y queda dormida. Se ve a sí misma enfundada en uniforme de educadora cuidando a un pequeño mientras otros se divierten en los juegos del lugar. Ella empieza a golpear la reja divisoria para tratar de llamar la atención de su alter ego porque algo sucede pero se ignora a sí misma; llega la desesperación, grita sin sonidos y mete los dedos entre las cuerdas metálicas agitando con todas sus fuerzas la cerca. Una imposible luz brillante aparece en el cielo.
El anuncio del fin inunda la habitación: desde el interior porque la bomba ha explotado en la película y Sarah Connor ha muerto; desde el exterior porque algo ha pasado al otro lado de la ciudad, y el cielo se tiñó, como dicen los poetas, de un espeluznante rojo sangre… él sigue dormido…
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El camión está listo y estacionado en uno de los costados del patio de maniobras. Es uno de carga mediana, pues solo transportará seis tanques IBC con tarima de acero con diferentes tipos de químicos, todos peligrosos, dentro de la caja cerrada del vehículo. El peso total de la carga sobrepasa por poco las seis toneladas. Por eso se decidió este y no uno de los pesados armatrostes de cinco o seis ejes.
Los contenedores fueron asegurados con cinturones de sujeción especialmente reforzados para evitar cualquier tipo de riesgo provocado por el inevitable movimiento al ser transportados. En cualquier otra situación se habrían utilizado las cadenas afianzadas a los ganchillos del chasis vehicular, pero la posibilidad del roce entre metales no era precisamente una buena idea con ese tipo de carga.
Cada uno de los depósitos está bien sujeto y ha sido sellado a conciencia. Tanto el potasio, como el silicio, el trióxido de fósforo, el hidruro de aluminio y litio, el ácido sulfúrico y el carburo de berilio, están a buen resguardo, mientras no se mezclen con agua o entre ellos, el riesgo, en realidad, es mínimo.
Los supervisores responsables han hecho una gran labor, como siempre. Revisaron todos los puntos de sujeción, el sistema hidráulico, el funcionamiento del motor e incluso los sellos de los propios contenedores. Todo bien. El único problema quizá era el óxido en la lámina exterior, entre la caja de carga y la cabina de conducción, donde ya se presentaba una ligera cuarteadura imposible de detectar a simple vista. Nada grave siempre y cuando no haya balanceo o un tirón extremo a consecuencia del peso…
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Hay una gran movilización en el parque esta mañana… dos personas fueron halladas sin vida por la gente del servicio de limpia. Ambos eran jóvenes y al parecer los asesinaron anoche…