Han pasado casi tres meses desde el hallazgo de los primeros cuerpos y tres semanas desde “el incidente” en el laboratorio escolar. Desde esa fecha no se han reportado más desapariciones u homicidios y todo parece indicar que las cosas han empezado a regresar a la normalidad previa a los hechos descritos.
Los especialistas no hallaron respuestas a la incontable cantidad de preguntas que surgieron y la autoridad ha determinado empezar a ceder en torno a las rigurosas medidas de control y acceso a la ciudad.
De a poco, la tensión alrededor del cerco sanitario ha disminuido y solo queda un albergue aún en funcionamiento. Ya no hay limitantes para deambular por las noches en las calles citadinas y el tianguis vespertino/nocturno ha recobrado su tradicional jolgorio; incluso hay nuevas oportunidades y más opciones para las criaturas nocturnas mayores de edad que, luego de casi 13 semanas, están ávidas de aventuras bajo las estrellas, quizá en el oscuro recoveco de algún callejón.
Nadie acertó a determinar las características y componentes esenciales del líquido arrojado por los cuerpos que entonces estuvieron aislados en la improvisada morgue y tampoco hubo explicaciones lógicas al fenómeno, o al menos parecidas a ello, aunque todos coincidían en los factores involucrados: la explosión en la fábrica, el accidente en la carretera frente al parque y, para el reportero, la extraña desaparición de su compañero camarógrafo en la misma zona.
Un par de semanas antes, mientras veía con los investigadores el video sobre la agente inmobiliaria en el jardín central, el sitio alrededor del cual se suscitaron las principales investigaciones, creyó reconocerlo en la figura del supuesto responsable de las muertes y desapariciones, pero eso era imposible. Primero porque el sujeto en las imágenes carecía de las características corporales del camarógrafo y, segundo, porque habían pasado casi tres meses desde que se desvaneció aquella mañana cerca de la corriente ribereña, a unos cuantos metros de la carretera, sin dejar algún tipo de rastro o pista sobre lo sucedido. A pesar de ello no podía evitar pensar en cuan familiar le resultaba, aún sin el entonces grosor abdominal característico de su amigo, a quien vio por última vez casi tres meses antes… tres meses.
¿Coincidencias?
Diana se había convertido en una de sus mejores “fuentes” y Miguel Ángel había limitado sus recorridos de investigación con él por las fuertes demandas en sus actividades escolares.
La ex jefa del laboratorio en la fábrica incendiada le había comentado que, poco antes del accidente que costó la vida a casi una veintena de personas y arrojó una considerable cantidad de heridos, ella y otros compañeros habían presentado una petición al Consejo interno de la corporación por la urgente necesidad de renovar filtros, mangueras y tuberías, así como también encontrar una mejor manera para disponer de los residuos, pues algunos eran demasiado tóxicos y, tarde o temprano, podría presentarse alguna emergencia por ello.
El reportero revisaba sus notas una y otra vez. ¿Y si de alguna forma todos esos hechos estaban relacionados con lo sucedido en la ciudad? Un accidente en la fábrica de químicos, un constante vertedero de desechos industriales al afluente, el accidente y posterior incendio de quién sabe qué tipo de sustancias en el mismo frente al parque… si esos hechos formaban parte de una extraña cadena de acciones sería virtualmente imposible determinarlo ahora, la única certeza era sobre las investigaciones que, pese a no haber arrojado resultados hasta el momento, era evidente para todos que dadas las circunstancias, hechos y situaciones acontecidas en la ciudad, continuarían.
La gente exigía respuestas y para los investigadores y analistas estas eran indispensables para entender y prevenir futuros sucesos.
Diana también intuía alguna relación entre todos esos eventos y compartía algunas teorías con el reportero, todas relacionadas con la combinación de aminoácidos, calor y químicos…
