Los migrantes indocumentados o sus familias en Estados Unidos no son los únicos atemorizados con las políticas migratorias de Donald Trump. Cientos de estudiantes que cada año van a ese país entusiasmados, luego de una intensa preparación para hacer exámenes engorrosos, llenar solicitudes, escribir cartas de recomendación y ensayos, ahora tienen que exponer sus vidas privadas y someterse a una profunda revisión antes de recibir la aprobación de la visa que les permita estudiar en la universidad de sus sueños.
El american dream se ha convertido en una verdadera pesadilla para muchos mexicanos que mejor optan por hacer planes en otros países como Canadá, Reino Unido o España.
Los atemorizados no solo son los estudiantes, también hay turistas desencantados. Tienen miedo de viajar a sus destinos favoritos en ese país y pasar un mal rato o incluso alguna humillación.
Parecer migrante es un riesgo, según relatan quienes han visto las detenciones de personas, incluidas quienes tienen estatus legal en ese país: ciudadanos, residentes o turistas.
Las redadas de ICE están a la vista de todo el mundo. Con agentes encapuchados que van al acecho de migrantes indocumentados en las cortes a las que acuden a sus audiencias de inmigración, alrededor de sus centros de trabajo y en zonas donde buscan cómo emplearse. Entre los indocumentados, solo algunos cuentan con antecedentes criminales, pero la mayoría no los tiene.
Las cuotas de detenciones diarias provocan que los agentes vayan por quien se les atraviese y luego averiguan si están o no de forma legal.
Fue muy extraño que la semana pasada, agentes de ICE intentaran entrar al estacionamiento del estadio de los Dodgers en Los Ángeles, el mismo día que había un partido.
Actualmente hay dos eventos deportivos que evidencian el temor colectivo, que en otro momento atraerían a millones que viven allá o viajan para estar presentes: el Mundial de Clubes y la Copa Oro.
En un año es el Mundial de Futbol de la FIFA y la mayoría de partidos son en Estados Unidos. Sin garantías para los asistentes, muchos ya se piensan si vale la pena ir a los estadios.
La incertidumbre o el temor que perciben quienes no deberían convierte al sueño americano en una auténtica pesadilla.