La política en Puebla está lanzando mensajes que pocos pueden darse el lujo de ignorar. No son señales sutiles ni meros ajustes de forma, sino que las reglas del juego están cambiando. Y quien no lo vea, que se atenga a las consecuencias.
El golpe más reciente vino con la detención de los hermanos González Vieyra (Uruviel, Giovanny y Ramiro), una familia que durante años construyó un cacicazgo en el Valle de Serdán, extendiendo su control sobre municipios como Ciudad Serdán y Tlachichuca. Su poder no nació de la nada ni se sostuvo con méritos propios, sino al amparo de complicidades tejidas durante décadas en los círculos del poder.
Controlaban recursos, influencias y estructuras políticas con la certeza de que la impunidad los blindaba. Pero el viernes pasado, todo eso se desplomó. Su captura no es un hecho aislado, es una sacudida con eco en toda la clase política: ya no hay intocables.
Pero si alguien aún dudaba de que este nuevo gobierno busca marcar una ruptura con el pasado, basta con voltear a ver la relación con las organizaciones populares.
Alejandro Armenta ha decidido poner en la mira a dos grupos que históricamente han jugado bajo sus propias reglas: Antorcha Campesina y la 28 de Octubre.
Los antorchistas recibieron un doble revés en un solo día. Primero, se expuso que buscan intervenir en los asuntos internos de la BUAP y que, detrás del paro estudiantil que mantiene paralizada la universidad, hay intereses políticos disfrazados de causas legítimas. Después se quedaron fuera de la negociación con los concesionarios del transporte público, un terreno donde por años han operado como intermediarios inamovibles.
Para Antorcha Campesina, esto no es un golpe menor. Es la advertencia de que su capacidad de presión ya no es la misma que antes.
Lo mismo aplica para la 28 de Octubre, que ha encontrado en este nuevo gobierno un freno. En menos de 24 horas, ambos grupos recibieron señales inequívocas de que sus tiempos de influencia podrían estar contados.
Lo que antes se resolvía con acuerdos en la sombra, ahora se expone a la luz pública. Y quien no entienda la nueva dinámica, se expone a convertirse en el próximo ejemplo.
Los mensajes ya están sobre la mesa. Falta ver quién los entiende y quién los ignora… bajo su propio riesgo.