Política

Lotería tapatía (Séptima parte)

  • Doble P: Periodismo y Política
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  • Alan Ruíz Galicia

¡El Piano Bar!

Don Efraín me pregunta si quiero escucharlo cantar. Sube el volumen al autoestéreo y suena una grabación en la que interpreta “Amor Marinero” de Pablo Abraira. Su voz es clara, aterciopelada, con la capacidad de elevarnos por encima del tráfico infernal de Choques Mateos en viernes por la tarde, circulando a contraflujo. Don Efraín susurra la letra: “Sabe tu piel salada como el mar // y la marea me ha traído hasta tu cuerpo // para hablar de deseos, de barcos y sal”.

Efraín Flores, “La voz elegante de Guadalajara” forjó su carrera como cantante en un circuito de piano bar que incluye lugares emblemáticos de la ciudad, como el “Juan Sebastian Bar”, el “Singapur” y la “Copa de Champagne”. La pandemia acabó como la mayoría de estos lugares, salvo el último, que se mantiene en pie. Don Efraín considera que, además de la crisis sanitaria, que incluso provocó la muerte de algunos antiguos dueños de estos lugares, también hay un problema de fondo en el modelo de piano bar debido a que las generaciones más jóvenes tienen sus propias formas de cantar el amor y el desamor, de modo que la balada romántica tradicional, aunque sobrevive en un nicho, no está en su momento más vibrante. Él es uno de los afectados por los cambios de esta industria, y por eso, luego de muchas décadas como cantante, ahora vive una etapa como conductor de Uber, donde ha encontrado una forma de sostenerse.

Don Efraín me confiesa que perder su empleo como cantante de piano bar es lo de menos: hace dos años se separó, en parte por la crisis económica —“cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana”—, pero sobre todo por una incompatibilidad de horarios que terminó afectando su matrimonio. “La verdad es que mi exesposa es una dama, una mujer hermosa en toda la extensión de la palabra. Pero con ella me pasó como la canción: ‘me dediqué a perderte’. Trabajé muchos años en piano bar, en un horario nocturno que me impidió ver a la familia, y eso nos afectó mucho. Así que yo dije: mejor un final doloroso que un dolor sin fin, y nos separamos”. Seis meses después de su divorcio, cuando apenas estaba procesando el golpe, sobrevino una desgracia mayor.

El piano bar en La lotería tapatía
El piano bar en La lotería tapatía


Don Efraín amaba profundamente a su padre, Carlos Efraín, quien murió un 24 de diciembre, hace varias décadas. El destino quiso que, años después de esta pérdida, naciera su propio hijo el mismo día. Ante la extraordinaria coincidencia, Don Efraín fue a una capilla y declaró ante Dios: “Te llevaste a mi papá en esta fecha, pero me lo regresas con mi hijo, así que se va a llamar como él: Carlos Efraín”. Así fue. Pero en agosto del año pasado, Don Efraín recibió una llamada en que le informaron que tenía que identificar en la SEMEFO el cuerpo de su hijo, quien trabajaba como capitán de meseros, y que había sido asesinado al resistirse a un asalto.

Don Efraín me cuenta de su dolor mientras pasamos por la Glorieta de los Desaparecidos, y me dice: “Cada vez que manejo por aquí, pienso que por lo menos yo ya sé dónde está mi hijo. Puede ser un consuelo de tontos, pero no me imagino lo que es vivir con esa incertidumbre”. En un intento de acompañar su duelo, le digo que, tarde o temprano, cada uno nos veremos con la muerte. Me responde: “Pero como dice Enrique Guzmán: todos nos vamos a morir, pero no empujen”. Luego, suspira hondo. “Como sea, ya estoy en esa parte de la vida en que hay más por recordar que por vivir”.

Don Efraín dice que todavía se reúne con sus amigos en un grupo de bohemios en el que cada uno coopera con cien pesos para el tecladista y se turnan para cantar, impulsados por el aplauso de sus colegas. Así es como “La voz elegante de Guadalajara”, que llegó a realizar giras por Europa para interpretar canciones de María Grever, ahora canta en un sitio privado, en medio de un ambiente fraterno, rodeado de personas que le quieren y que admiran su voz.

Llegamos a nuestro destino. Me despido de él con un afectuoso apretón de manos. Mientras abro la puerta, escucho de fondo su vieja grabación, y se me clava en el alma la voz serena de aquel cantante de piano bar que, en aquellos años, tenía una familia completa y entonaba baladas en que la mayor desgracia era sufrir la decepción de un romance sin futuro.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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