Política

¿La caja fuerte de AMLO?

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Ya es un lugar común. La Revolución Mexicana desmanteló a principios del siglo pasado la Secretaría de Guerra del Porfiriato y forjó un Ejército con raigambre popular, al margen de intereses oligárquicos como los que provocaron golpes de Estado en Sudamérica. En su transición de PRM al PRI, además, el entonces partido hegemónico tomó la sabia decisión de suprimir su sector militar y evitar que los oficiales de las Fuerzas Armadas hicieran política militante. Así, la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina se mantuvieron más o menos a salvo de la politiquería.

Esto no impidió, sin embargo, que el comandante supremo en turno las arrastrara al fango de la derechización salvaje. El “pueblo uniformado” —como llama a los soldados el presidente López Obrador— tuvo que acatar órdenes presidenciales de reprimir al pueblo sin uniforme en 1968 y en los años 70, con graves perjuicios institucionales. Por eso es asaz plausible que AMLO prometa cuidar la esencia popular de nuestras Fuerzas Armadas y no volver a ordenarles una represión. Pero si cree que izquierdizarlo es normalizar sus tareas policiacas y otorgarle funciones propias de órganos civiles tendrá que arreglar su brújula ideológica. Militarizar al país, por lo demás, es desnaturalizar a la milicia.

Ya he expresado en este espacio mi opinión sobre el rol que Sedena y Semar deben jugar en el combate al crimen organizado. Lo que haré esta vez es analizar la peculiar concepción que AMLO tiene hoy de nuestras instituciones militares. Otrora crítico feroz de ellas, se ha vuelto su admirador: le fascinan su obediencia y su disciplina. Pero su filia va más allá de eso. En su afán de exorcizarlas y ahuyentar el fantasma del golpismo se dio cuenta de que podrían ser aliadas estratégicas, no solo para apuntalar a su gobierno sino para proteger sus obras emblemáticas. Lo que comenzó con un sinfín de encargos que no les corresponden, con el doble fin de espolear al elefante reumático y congraciarse con ellas —amor con amor se paga, suele decir—, se proyectó al futuro. AMLO ha decidido que el Ejército se convierta en una suerte de caja fuerte que resguarde su legado.

Su plan está a la vista. Los políticos, por obvias razones, tratan con mucho cuidado a la Sedena, y si se resiste a que le quiten el tren o el aeropuerto que le entregaron con todo y los beneficios económicos que pudieran generar, quienes vengan después pensarán dos veces antes de hacerlo. Más aún, AMLO le ha dado un gran protagonismo en sus conmemoraciones históricas en aras de trasminar su discurso ideológico; ¿qué tanto penetrará y hasta dónde lo defenderán los próximos altos mandos?

Me precio de haber dado clases en el Colegio de la Defensa Nacional y de conocer al Ejército mexicano, y sé que no se dejará sobornar. Este intento de ideologización y perpetuación fracasará como los que se hicieron en gobiernos anteriores, justamente por las cualidades castrenses que AMLO aprecia. El papel primordial de nuestras Fuerzas Armadas es defender nuestra soberanía territorial, no proyectos personalistas transexenales, y apoyar a la población en situaciones de desastre natural, no a un populismo que erosiona instituciones democráticas y que podría provocar una situación de desastre antinatural. 

@abasave

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Agustín Basave
  • Agustín Basave
  • Mexicano regio. Escritor, politólogo. Profesor de la @UDEM. Fanático del futbol (@Rayados) y del box (émulos de JC Chávez). / Escribe todos los lunes su columna El cajón del filoneísmo.
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