Una de las innovaciones del populismo es comunicacional: el líder ya no habla a las élites sino únicamente a las masas. Su discurso no solo dejó de complacer al círculo rojo, como hacían los políticos ortodoxos; lo ataca. Y es que, a diferencia de los viejos tiempos, cuando lo que decían los “líderes de opinión” se convertía con el tiempo en vox populi, hoy lo que ellos dicen suele ser repudiado por el círculo verde, que representa la mayoría de votos. Esa era la táctica de López Obrador. Su resentimiento le fue electoralmente rentable, pues su narrativa injuriosa vigorizaba a su base social.
La presidenta Sheinbaum no recurre a la agresión como AMLO, y sus pleitos son menos frecuentes e intensos, pero aprendió de él a no perder tiempo cultivando a los opinólogos. En los dos grandes casos de corrupción del sexenio anterior que persigue su gobierno está más atenta a la voz del universo 4T que a la opinión publicada. En este entendido propongo un ejercicio de especulación prospectiva. Doy por sentado que a AMLO no se le va a tocar ni con el pétalo de una diligencia, pero ¿qué pasaría si se pretendiera tapar ambas cloacas con el encarcelamiento de actores secundarios? ¿Cuál sería la reacción del pueblo si el proceso de La Barredora terminara sin más castigo a Adán Augusto López que pedir licencia en el Senado, y el del huachicol fiscal acabara con la exoneración de Rafael Ojeda? ¿Cómo impactaría eso en el porcentaje de aprobación de CSP? ¿No le parecería insuficiente a su voto blando, que concluiría que el mantra morenista de que “aquí no hay impunidad para nadie” ha sido desvirtuado y le negaría a ella el pedestal de la lucha anticorrupción que su mentor ya dejó vacante?
Las preguntas son pertinentes. La nomenklatura de Morena, que se jacta de que a diferencia de los regímenes neoliberales el suyo delata a sus propios corruptos, podrá alegar que los investigó y los halló inocentes. El problema es que a estas alturas, y con la posible excepción de los incondicionales del régimen, ya nadie se traga el cuento de que los dos ex secretarios de Estado en cuestión no se enteraron de lo que hacían sus subalternos. En México el imaginario colectivo condenó a muchos políticos del PRIAN con la mitad de los indicios incriminatorios que hay contra ambos. Vamos, creo que a muchos, cuatroteros o no, nos resultaría inverosímil una verdad legal que no incluyera la culpabilidad por omisión o por comisión del coordinador de los senadores de Morena y del ex almirante secretario. Y de ser así la popularidad de CSP se vería mermada.
Ahora bien, supongamos que son tantas las pruebas que se decide ejercer acción penal contra Adán Augusto, o incluso contra él y Ojeda. ¿No elevaría eso a CSP (lo pregunto asumiendo que nadie caerá en la ingenuidad de creer que será la Fiscalía y no ella quien tome la decisión) el costo de no investigar a AMLO? No permitir una impunidad aumentaría la sospecha de otra impunidad: si los de la planta baja vieron al elefante en la sala es imposible que el de arriba no haya visto al mamut destrozando la casa. Ya descartamos que CSP permita la más leve pesquisa contra el ex presidente; ¿cómo perdería menos apoyo, exculpando o culpando a los ex secretarios? No hablo del círculo rojo. Esto es asunto del círculo verde.