Con frecuencia me sale una noticia en el celular sobre personas famosas que –supuestamente– recomiendan leer tales y cuales libros. Así me encontré hace unos días a Johnny Depp diciendo que hay que leer The ginger man, de J.P. Donleavy. Después salió el venerable Borges a postular “10 libros imprescindibles” (cosa que no me creo porque Borges hubiese recomendado muchísimos más), a Vargas Llosa haciendo lo mismo y así una larga lista. En tanto la opinión de estas personalidades sean confiables, mi dictamen es el siguiente: usted no debe leer nada en particular solo porque alguien dice que debe hacerlo, y eso porque cada quien opina lo que le sale del forro de las pelotas y eso que puede ser válido para esas personalidades, no podrían serlo para usted. La gente se emociona y quiere que todos sean partícipes de ese entusiasmo. Mire, si Borges dice que debemos leer el Quijote es porque Borges es Borges y nunca pondría en ángulo obtuso su opinión, pero el Quijote no es para todos y no se puede leer a cualquier edad. Lo que sí puedo confirmar es que Borges recomienda leer a Borges y yo recomiendo leer a Borges.
Hay un dicho que reza así: “Cada cabeza es un mundo”. Eso: cada quien vive y percibe la literatura (y el arte, y la música, y todo lo demás) a su modo y manera, y de acuerdo a una serie de factores y accidentes muy variados, tales como los recuerdos, la influencia de la escuela, lo aprendido en casa, el carácter y predisposiciones de las personas, el clima y otras tantas cosas, afecciones y ejercicios inconscientes. Ah, y el momento de cada quien, porque uno no vive las cosas dos veces ni de la misma manera. O sea que cambiamos de acuerdo a las cosas propias de la edad y del momento histórico, y esto ejerce su muy particular influencia, pues ese ímpetu, que implica presiones fuertes y determinantes, no se puede ni controlar ni manipular. Solo nos adaptamos –si acaso– a él.
No se puede más que hablar de lo que cada quien ha vivido, de su experiencia y de cuáles o tales lecturas le estimulan, inquietan o interesan.
Yo leo por impulsos y pulsiones casi inmediatas, inercias que me vienen de muy atrás en los recuerdos, de pequeñas y furibundas revoluciones que me asaltan de manera repentina, de intereses netamente académicos y de efervescencias de carácter espontáneo. Ah, y si algo que estoy leyendo no me provoca nada o me aburre, lo dejo. No es tarea.
Por esas razones no estoy para recomendar nada. Lo único que me atrevo a hacer es mostrar lo que estoy leyendo, el porqué y cómo voy reaccionando ante tal lectura. No más. Esto lo hago a manera de una narrativa personal, pues no soy ningún erudito, especialista, intelectual ni alucinado que cree, siente o está seguro que todos deben leer, pensar o hacer lo que yo diga. Prefiero que mi exposición personal sobre ciertas cosas pueda servir para estimular el interés o la imaginación de alguien y, de ser así, pues qué bueno.
Qué extravagancia, mitomanía y megalomanía narcisista de quienes pretenden acomodar en la mente de otras personas sus gustos e ideas bajo el argumento de tener la razón y justifican forzando estas actitudes y preferencias por encima de toda la variedad y vastedad de producción literaria histórica. Son siglos de literatura los que cargamos y nadie tiene ningún tipo de autoridad para siquiera recomendar una pizca de toda esta producción (ni la ha leído, para empezar). Cada quien habla por sí mismo. Y no podemos meternos en la cabeza de esas personas que recomiendan libros para saber por qué seleccionó esos textos como tampoco debemos dar por hecho que funcionarán para nosotros. Esos “10 libros que usted debe leer” según tal y cual fuente, equivale a “los 10 mandamientos de la felicidad” y disparates por el estilo. Lea sobre el tema que le llame la atención, investigue sobre el autor y su obra, y punto.
Por cierto ya compré The ginger man, que recomendó Johnny Depp. Lo voy a leer solo porque busqué la novela en Google y me pareció interesante. Si después de un rato no me convence, la dejo por ahí y me paso a otra cosa.