Cultura

Un minuto, coño

Publico con frecuencia en redes sociales. Instagram, Facebook, Tumblr y por supuesto Twitter. El problema, en esencia, no son ni los temas ni el tono que uso: es la extensión. Le explico. Desde hace ya varios años registro las reacciones que aparecen en la sección de comentarios de estas plataformas. Hay de todo: gente emputada, likes, caritas enojadas unas, riendo otras y otras más tristes; gente que piensa que debí haber dicho u omitido algo y personas que, de plano, nada más no se tragan lo que digo. No tengo ningún problema con nada de eso. Pero hay un grupo de personajes que sencillamente no puedo digerir; publican cosas como estas, léalo por favor: “Wey, te mamaste con el chorizote... tanta mamada para decir algo”, “¿Realmente era necesario escribir tooodo eso?”, “Chef… vaya directo al grano, ¡tira mucho rollo!”, “¡La verdad me da muuucha hueva leer todo su post!”. Como esos hay tantos.

Entonces llevé a cabo un experimento; imprimí 20 textos de mis redes y los leí, cronómetro en mano. De ahí salió una estadística inquietante: en promedio, me tardé un minuto en leerlos. Un puto y mísero minuto. De verdad no lo entiendo; 60 segundos no son una cantidad de tiempo reprochable. Más bien diría que no es suficiente (¡nada!). Me la paso diciendo que México no es un país de lectores, que los libros se mueren y que estamos creando y avalando una generación de idiotas obsesionados con la distracción y el entretenimiento superfluos, banales, inmediatos e inconsecuentes. Y entonces me dicen que no, que exagero, que hay que ver la realidad. A ver, pendejo, ¿cuál realidad? Explícame entonces por qué la gente se emputa y desespera cuando tiene que leer un texto de un puñetero minuto. #alchile. No sé qué pensar; quizá debería hacerle caso a Twitter y no pasar de los caracteres especificados, o habrá que especializarme en Haiku o en microrrelatos.

Cuando reviso mis posts me doy cuenta de la magnitud del problema; si publico una pendejada confrontativa y brevísima y con groserías, muchos la leen e interaccionan, pero cada que pongo el link para mi columna de los viernes aquí en @Milenio, la interacción es discreta. Mire: mis artículos tienen cinco mil caracteres (con espacios, times new roman, 12 puntos) y uno se tarda, en promedio, tres minutos en leerlos. Ok, eso puede parecer mucho, pero es un mero panfleto comparado con una novela o un cuento largo, así que por favor, no mamen. El asunto es de actitud; percibir la lectura como una pérdida de tiempo es gravísimo. “Vale la pena leer este libro”, me dijo un zonzo el otro día. ¿Ahora leer es una pena que debe sufrirse? No seas mamón. Leer es un gozo, una necesidad, una función imprescindible, incuestionable, puta madre. Ya lo he dicho: estamos creando una generación de tarados. Lo permitimos, no hacemos lo suficiente para enderezar esta catástrofe intelectual. Después de unos años ya no seremos capaces de interpretar y entender una obra de arte, una fotografía, una pieza musical, teatro, ópera y, desde luego, un puto libro. A la mierda con todo. Estamos haciendo a un lado las mismas herramientas con las cuales construimos esta civilización y que trabajosamente heredamos. Esto es una irresponsabilidad, una infamia. Preferimos reaccionar a lo pendejo a pasar por el filtro de reflexionar y pensar. Eso nos llevará, bien pronto, a transformarnos en brutos. Falta poco, ya verá. En el fondo ya no sabemos leer y estamos mandando al carajo al lenguaje y su capacidad que tiene para crear, moldear y entender la realidad.

Quiero insistir en que leer no es opcional y que va más allá del placer y de una mera distracción. Ya no son tiempos de distraernos, sino de enfocarnos. ¿En qué una buena lectura puede cambiar tu vida o tener un impacto significativo y trascendente en ella? Sí, Los hermanos Karamazov, de Dostoievski, me cambió. El mundo y sus demonios de Sagan, me cambió. Los cuentos de Edgar Allan Poe me cambiaron. La apología de Sócrates, de Platón, me cambió. Pasé tantas horas con todo ese montón de letras cuidadosamente apiladas y encuadernadas como para saber del valor que tienen y el porqué me emputo cuando un pendejo me dice que se fastidia cuando tiene que leer un texto por más de un minuto. ¿Así esperamos que estos idiotas lean un libro completo? Sencillamente no mames. Si, por otro lado, lo que les molesta es lo que escribo o la manera de hacerlo, entonces no entiendo qué mierda hacen en mis redes sociales: váyanse a ver si ya puso la marrana, coño.

Lo bueno es que usted no es ese tipo de persona: me refiero a esos otros animales de pantano que no pasaron de las primeras líneas de este artículo (y de los que ni siquiera se molestaron en leerlo, para empezar). A usted, que llegó hasta aquí, después de tres eternos minutos, lo saludo y festejo y gracias, tanto por leerme a mí como por leer, en general. Pase usted un magnífico fin de semana y no se sorprenda cuando una tarde alguien trajeado y con un portafolios de cuero toque a su puerta y amablemente pregunte: “Disculpe usted, pero, ¿tendrá un minutito de su tiempo para hablar del valor e importancia de la lectura?”.

[email protected]

Google news logo
Síguenos en
Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.