Cultura

Somos historia y cuento

Si alguien lee este artículo en 100 años sabrá que viene de una época que tuvo muchísimo registro audiovisual. Es fácil hacer la comparación: ¿qué tanto se puede conjeturar sobre, digamos, la toma de Tenochtitlan, la plaga de Justiniano, la batalla de las Termópilas o la invasión normanda a Inglaterra en la batalla de Hastings? Pues solo con los archivos de la época, los cuales no suelen ser muy objetivos, más bien narrados en forma de poesía épica, de narrativa alucinada o crónica tergiversada y unilateral, y muy lejos de un periodismo propiamente moderno. Pero con todo, hemos logrado crear un cuerpo medianamente sólido sobre nuestra propia historia. Por supuesto que no solo de dimes y diretes en papiros y documentos roídos se construye la historia; la arqueología ayuda mucho, pero no puede llenar todos los huecos y no es capaz, por sí sola, de generar un texto de historia. También están los filósofos, los pensadores, aquellos que con conjeturas, suposiciones y elucubraciones, crean un nuevo tipo de historia: la que sin importar si ocurrió realmente, establecen una manera de ver el pasado y, con ello, nuestro presente. Porque muchas veces eso es: una vista al pasado de acuerdo a como lo vemos (y nos vemos) ahora mismo.

Pero eso no es válido cuando se tiene un registro sólido: uno arqueológico y otro historiográfico. Porque por más que quiera uno defender el punto de que la historia es solo una interpretación de hechos que no pueden ser objetivamente aislados y estudiados, existe un elemento de sentido común que termina por ganarle a los aluciandos abstractos y a los fabulistas.

Pero todo este ejercicio va quedando poco a poco rezagado, pues con el invento de la fotografía, las cosas cambiaron de manera radical. Porque ahora tenemos una imagen, y con esta es más difícil de inventar mamadas o sacarle la vuelta al asunto. La foto dice mucho más que un dibujo o ilustración porque no viene de la imaginación, procede directamente de un proceso físico, científico, que capta lo inmediato. Se puede jugar con la foto, sí, pero hasta cierto punto. Y lo que hace la foto es validar lo que se dice. “El campo estaba saturado de cadáveres de hombres y caballos, soldados despedazados, pudriéndose entre cañones, fusiles y humo”. La batalla de Shiloh, por ejemplo, está bien documentada en términos de estrategia de guerra, y uno puede estudiarla si quiere llegar a ser un buen general, pero está mejor documentada que la batalla de las Termópilas por dos razones: primero porque el periodismo en esa época ya está muy avanzado (ya existen periódicos y el hecho es registrado en el momento, con unas estructuras y por varias partes, no a partir de recuentos que se escriben décadas después) y segundo porque tenemos registro fotográfico. Eso hace toda la diferencia.

Entonces la manera correcta de armar una crónica histórica lo más cercano a lo que ocurrió es presentando la mayor cantidad de evidencia posible. Porque las interpretaciones, como ya he dicho, muchas veces caen dentro del género de la mamada, y aunque en términos literarios sea interesante y aporte algo sensible al mundo de las letras, en cuestión de veracidad histórica sale sobrando. Es como un adorno que estimula la vista, pero que si falta no importa.

En inglés hay maneras de establecer una diferencia entre un hecho histórico y un cuento; la palabra story es eso, un puto cuento, en tanto que history remite a un hecho histórico. En español decir “historia” es ambivalente, puede referir a una y otra cosa. “Te voy a platicar la historia de la tortuga y la liebre”, y “te contaré la historia de la caída de Roma”. Por eso muchas veces debemos aclarar que lo que vamos a contar es una “historia verdadera”. Recordemos la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo. Porque el término “historia” implica una narrativa, cualesquiera que sea su contexto.

Hoy las cosas han cambiado radicalmente. Tenemos video. Y algo mejor: internet. Sistemas de audio y video como nunca se habían visto antes, coberturas de todo cuanto ocurre en el planeta transmitidas al instante, equipos de noticieros y periodistas tan complejos como los de la NASA son presentados en plataformas de todo tipo que inundan nuestra conciencia con toda suerte de información.

Sin embargo, ahora es más difícil atar cabos y tener una idea lúcida de los hechos; en un mundo donde valen más las fake news y las noticias alarmistas, sensacionalistas y tendenciosas, el manejo de la información es tal que se ha vuelto una herramienta para manipular, no para informar y mucho menos para construir una idea de la realidad. Imagínese ahora que con tanto pinche material cabría pensar que en cien años tendríamos una versión clara y concisa de los hechos ocurridos. Pues no. Lo que se está construyendo es una historia desmadrada y confusa. Como nunca se había hecho. Porque antes, los que triunfaban contaban la historia según su versión, y tenían un cierto tipo de derecho a hacerlo y esa era la historia, pero hoy todos cuentan lo que ven, al mismo tiempo y valiéndoles madre todo.

Prefiero regresar a las antiguas tácticas de inventar mamadas para llenar el hueco dejado por la falta de datos duros. Es más divertido y se genera una idea de la historia más romántica, pero decididamente más real.

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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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