Cultura

Pajarito

Cámara: rollei a110. Rollo: fukkatsu b/n. (ADRIÁN HERRERA)


En esos cables que están ahí se para un pajarito todas las tardes. A veces pienso que no es el mismo, pues ya con las sombras que caen de las montañas y las filtraciones solares de las nubes la escena aparece cambiante, pero algo me dice que sí es la misma ave. No canta. Se para silencioso, mira hacia todas partes y así se está un rato. Luego se va. Y al día siguiente, lo mismo. Pienso que me sigue por alguna extraña razón. He escuchado historias de ese tipo, como que esos pájaros son un alma en pena que busca la paz, o que son meros suspiros de la naturaleza que anuncian presagios, cosas así. Me digo a mí mismo que son pájaros. Simples y voladores pájaros. Pero este en particular es callado, discreto y eso me inquieta.

Tengo un gato. Reconoce al pájaro. Se para debajo de aquel alambre y lo mira. Se le queda viendo, quieto y paciente, como esperando a que baje para comérselo. Pero el pájaro sabe bien que el gato es gato y nunca baja. Siempre remonta hacia arriba y se pierde entre las ramas de los árboles. Y casi no hace ruido; en un momento estás viéndolo, te distraes y en una cosa de nada volteas y el alambre está solo. Creo que mi gato sueña con ese pájaro. Yo sí; hay noches que aparece como un animal desproporcionado, monstruoso y quimérico, y se pone justo afuera de mi ventana y ahí se está un rato, viéndome con ojos oscurecidos y profundos, y no hace ruido, y yo escondo mi rostro bajo la almohada pero el ave sigue ahí, mirándome, esperando. Por la mañana despierto y escucho el canto de otros pájaros que se posan brevemente sobre los cables y luego vuelan, dejándolos temblorosos e hinchados de trinos.

¿Será mi ángel de la guarda? No lo creo. Yo nací con un demonio y me acecha. Es un espíritu que tiene forma de ave. Siempre creí que sería un cuervo, pues, ya sabe: es el animal favorito de escritores como Poe y así. Pero en mí caso resultó que no; mi demonio alado se configura como un pajarito pinche. ¿Por qué no canta? Porque el canto es para llamar, convocar, para expresar alegría o pesar, y aquí no hay nada de eso. El pájaro no canta porque no me está cuidando de morir, sino de lo contrario: lo está esperando. ¿A dónde me llevará entonces? Quién sabe. Aguardo. Y así lo veo todas las tardes, y él se posa sobre esos viejos alambres que ya no llevan ni luz ni voces, y allí se está, calladito y paciente. Y cuando el sol se mete detrás de las montañas y la brisa fresca de las laderas cae como una mortaja, él vuela, desaparece y espera al día siguiente, y nunca falta a su cita.

Ese pequeño y discreto demonio va todos los días a mi casa a recordarme que debo hacer un viaje tenebroso y frío a un lugar desconocido y pasmoso, un sitio donde no hay voces ni cantos: solo lamentos ahogados que tiemblan como un zumbido perpetuo. Y todos los días salgo a recibirlo y a contemplarlo en silencio, y él hace lo mismo. Y entonces, cuando él vuela, yo duermo, y en mis sueños solo hay un desierto oscuro donde caen lentamente plumas de ave y así espero a que amanezca.

Pero sé que un día ya no voy a ver esa luz de la mañana y el desierto me va a tragar.

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Adrián Herrera
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