Cultura

Oficio

¿Qué vas a estudiar?, le preguntaron a la señorita que estaba por terminar la preparatoria. No sé; contestó. Quizá administración de empresas, o relaciones internacionales, o ¿sabes? Poner un negocio de quequitos con cositas y brillitos encima, porque de repente me gusta la cocina, ¡y todo me queda bien rico! Tras preguntarle cómo se vería en un futuro próximo, contestó que no tenía idea. Tal vez trabaje en una empresa o puede ser que no haga nada, porque eso está de moda, dijo, pero la verdad es que ahorita no estoy segura. ¡Pero lo típico es estudiar algo!

Ok.

Este escenario me preocupa. La idea de que en las universidades se concentra la sapiencia ya no aplica para estos tiempos. Pienso que una gran mayoría de personas se pueden ver beneficiadas por una educación muy diferente, aquella que considera el desarrollo de aptitudes e intereses, más que la persecución de un título con vaya usted a saber qué finalidad.

Desarrollo de aptitudes.

Le pongo un ejemplo: el mío. Estudié dos años de medicina. Me salí porque nunca me vi practicando. De ahí hice muchas cosas y hoy soy cocinero profesional y escritor. Vivo de eso. Aquí ya no importan los títulos ni la experiencia universitaria, de hecho, soy autodidacta. Todo lo que sé lo estudié, practiqué y aprendí en mi casa. Oficio. Desarrollo de capacidades impulsadas por obsesiones, ansiedades, improvisaciones: locuras. Yo le digo a usted ahorita: haga lo que le salga del forro de las pelotas, aprenda a hacerlo mejor que nadie, o por lo menos, de la mejor manera según sus capacidades y potencias. Con eso aumentan las probabilidades de éxito y de tener una vida más o menos estable en términos económicos. Al chile.

El problema es que poca gente busca educarse. Simplemente no les llega o no lo sienten. Véalo así: es fácil meterse a la red a una de esas librerías virtuales y hacerse de libros, mamotretos, manuales, diccionarios. Si te sientas un rato, como dice mi mamá, “en santa paz de Dios”, o sea, sin celulares, televisión y ruidos, puedes ponerte a pensar en qué cosa te gustaría desarrollar o hacer. Tal vez como un pasatiempo, un capricho o distracción; lo que tú quieras. Pero así descubres que te gusta la música, o que te interesa aprender astronomía, geología o patología venérea purépecha. Todo se puede. Antes aprender era un proceso burocrático que implicaba matricularte en una escuela y obtener una educación más o menos forzada y después un título. Pues ese sistema no funcionaba del todo. Y ahorita, menos.

Hay videos disponibles para –casi– cualquier cosa que se le ocurra, desde confeccionar pelucas fosforescentes hasta el fino arte de embalsamar bolsas escrotales de personas fallecidas y transformarlas en amuletos para lograr erecciones permanentes y garantizar fecundidad y placer ilimitados.

¿Por qué perseguir el conocimiento, la erudición? ¿Por qué querer entender el universo y cuestionar nuestra civilización y la manera en que vivimos, pensamos y actuamos? No hay que justificar responder esas preguntas, pues hay algo que viene de lo más profundo de nuestra naturaleza y que nos impulsa a hacerlo: son preguntas que llevan implícitas su propia respuesta. Dejémoslo en que somos curiosos y nunca vamos a abandonar ese ímpetu.

Noto una apatía tremenda por aprender. La cosa va más por el lado de entretenerse banalmente y de, sucintamente puesto, perder el tiempo. Y fíjese que no estoy diciendo que lo que hay que buscar es sabiduría; esa se gana con el tiempo, reflexión –conocimiento también–, introspección, sentido común y otras variables: no hay que confundir ni equiparar sabiduría con conocimiento. Digo simplemente que hay que aprender y gozar, saciar esa necesidad básica. Leer para recibir placer, para enredarse con algún poema, un cuento, una novela, una crónica y a ver qué pasa después.

Hay demasiada información disponible. Tanta, como nunca antes la habíamos tenido, y tan fácil de accesar. El problema es que no tenemos ni puta idea de qué hacer con ella y permanecemos tan ignorantes como siempre. Ahí una de las grandes y absurdas tragedias de nuestro tiempo.

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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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