Cultura

Literatura y compromiso

Hemos escuchado sobre libros prohibidos. Nos enteramos de escritores, encarcelados unos y exiliados otros. Siempre se ha hecho la pregunta de si el arte debe involucrarse con los movimientos ideológicos y la problemática social y política del momento. Unos dicen que sí, otros que no, y hay quienes sostienen que, se haga lo que se haga, uno siempre es producto de su tiempo y siempre estará embebido de sus problemas. Vamos a ver.

Vladimir Nabokov tenía un carácter muy característico. Era firme en sus posturas, duro al hablar y vivía de manera congruente con sus opiniones. Luego de saltar a la fama internacional con Lolita se le cuestionó si la novela representaba una denuncia, si su trasfondo era la pornografía o la pedofilia y si era una crítica a la sociedad norteamericana. En una entrevista encontramos lo siguiente:

¿Piensas en Lolita como en una novela de amor sin esperanza o es una crítica?

–Lolita es la pasión imposible de un adulto desagradable por una niña cuya vida termina destruyendo. Se trata de un caso específico, no de una experiencia común. Y en cuanto a lo de la crítica social, me importa un comino. Pienso que la crítica social en novelas es, a lo mucho, un truco estilístico con siglos de antigüedad e igual de acartonado y tedioso que la comedia del siglo XVII. ¿Por qué escribir novelas si uno es crítico social? Escriba ensayos. Publique artículos en revistas de política.

Vamos a ver qué dice Cortázar al respecto:

–Era una época en la que los jóvenes de mi edad no nos dábamos cuenta hasta qué punto estábamos al margen y ausentes de una historia particularmente dramática que se estaba cumpliendo en torno a nosotros, porque esa historia también la captábamos desde un punto de vista de lejanía. Si han podido leer algunos libros míos que abarquen esos periodos, verán muy claramente reflejado lo que he tratado de explicar de una manera un poco primaria y autobiográfica, verán cómo se pasa del culto de la literatura por la literatura misma al culto de la literatura como indagación del destino humano, y luego a la literatura como una de las muchas formas de participar en los procesos históricos que a cada uno de nosotros nos concierne en su país.

Todos tenemos afiliaciones políticas, ideológicas o religiosas de algún tipo. Quiero saber si la literatura debe ser un vehículo para permear estas luchas. Hay un problema; al leer una obra, no es tanto la intención del escritor por comunicar algo como la interpretación que se hace de la obra. La obra puede o no reflejar, con o sin intención, una faceta social o política, pero su interpretación es la que determina la manera en que se va a percibir. Nabokov argumenta que el arte no debe –no necesita– cumplir las funciones de otras expresiones que son más eficientes para tales efectos. Y tiene razón.

Vamos ahora con Borges. Le preguntan si la ficción debe estar comprometida con los asuntos políticos y sociales de su tiempo:

–La ficción siempre está comprometida con su tiempo y nosotros no tenemos por qué preocuparnos de eso; por el solo hecho de ser contemporáneos no podremos sino escribir en el estilo y el modo de nuestro tiempo. No creo que tengamos que ser conscientes de eso, ni de tratar de ser fieles a este siglo ni a sus preocupaciones, porque ustedes están efectivamente inmersos en este siglo. Ustedes tienen cierta voz, cierta identidad y forma de escribir, y no podrían escaparles, aunque quisieran. Entonces, ¿por qué molestarse en ser moderno o contemporáneo, si no se puede ser otra cosa?

En la novela de Upton Sinclair, La jungla, el escritor entró como trabajador encubierto a una planta de procesamiento de carne para exhibir las condiciones de los trabajadores. La novela fue un éxito y logró cambios notables. Sinclair fue un político y un activista, no olvidemos eso. Nellie Bly fue una periodista que en 1887 logró con trucos que la internaran en una institución psiquiátrica para descubrir el maltrato a los pacientes. Su experiencia fue publicada en el periódico y tuvo un impacto importante. Ante esto, ¿acaso no es lo mismo una novela que contenga evidentes tonos de protesta o denuncia que un reportaje, propiamente? El arte es otra cosa.

Nabokov, otra vez:

–¿Acaso no he repetido hasta el cansancio que no tengo ideas éticas, morales o políticas? Soy un inventor. Lo único que me interesa es la construcción de una novela.

Quiero terminar con Ray Bradbury:

–Siempre he intentado escribir mi propia historia. Póngales la etiqueta que quieran, llámenlas ciencia ficción, fantasía, policial o western. En el fondo, todas las buenas historias son de una sola clase: las de la historia escrita por un individuo con una verdad propia.

O sea que solo hace falta ser honesto, ser uno mismo, y tener la técnica –la manera– adecuada para expresarlo. Sin política, sin disparates, sin mamadas.

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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
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