Cultura

Libros

Hay de libros a libros. En mi biblioteca tengo un poquito de todo y le puedo decir que hay ediciones chilerísimas que pareciera fueron hechas solo para salir del apuro. Una editorial, cuyo nombre no voy a revelar, es tan descuidada en sus encuadernaciones que las hojas comienzan a despegarse tan pronto uno empieza a leer. Cargo con uno de estos libros como emergencia en caso de que llegase a faltar papel sanitario.

Tengo mi propia editorial. Llevo cuatro libros publicados y este año voy por otros dos. En cada edición me esmero en incluir ilustraciones y diagramas, que la tipografía sea la mejor para leer con fluidez y comodidad, que la encuadernación sea tal que resista las zarandeadas y maltratos y que, en general, tener esos libros en la mano resulte en una vigorización de los sentidos.

Para mí, los libros son muy importantes, siempre lo han sido. Son, de hecho, más relevantes que mucha gente que conozco y con la cual convivo con frecuencia. Sí, eso: hay gente que fácilmente podría cambiar por un buen libro.

Discutía hace unas semanas sobre si el libro digital realmente lo era. La respuesta es: No.

Un libro de verdad es ese objeto que ha evolucionado desde los petroglifos, los caracteres cuneiformes en tablillas de arcilla, los pergaminos, papiros y hasta la imprenta de caracteres móviles, allá por 1445. Una cosa es el libro como objeto evolutivo, práctico, y otra muy distinta el tema de la información y de cómo se guarda y transmite. No confundir, por favor. Desde ese ángulo, un texto digital o “libro” electrónico emula, replica al libro original. No es un libro propiamente. El libro es un invento que junto con la cuchara, la rueda, el clip y el tornillo, no se puede mejorar. Solo se puede hacer, o más bonito, o más barato.

En otra ocasión había dicho que el libro va más allá de ser un depositario de información y que se transformaba en un talismán, en un objeto mágico cargado de simbolismos y potencias misteriosas y herméticas. Basta con mirar un manuscrito medieval, con su caligrafía perfecta, sus adornos, viñetas y encuadernación; irradia una energía única. El libro es un objeto de mucho valor, y no importa que los volúmenes masivos que se generan año tras año den la falsa idea de que son desechables o no tan importantes. Lo son, y más de lo que nos imaginamos.

Hay quienes de plano no le tienen ni amor ni respeto a hacer, editar y vender libros. El diseñador debe cuidar tantos detalles: portada, tamaño, tipografía, márgenes, ilustraciones y gráficos, diseño general. El editor, por su parte, tiene que ver por prólogos, prefacios, presentaciones, introducciones, índices, notas de autor, notas de pie de página, fe de erratas, epílogo, etcétera. Pero también hay que promocionar y vender. Por si escribir, editar, diseñar y publicar no fuera lo suficientemente tedioso y complejo, la sola promoción nos quitará años de vida y salud. Se pacta con librerías, se organizan presentaciones y firma de autógrafos, campañas en redes sociales, le pedimos a los colegas que nos ayuden a difundir, nos damos de topes con las librerías que, luego de un plazo, nos regresan los libros no vendidos y hay que pelear meses para que paguen lo vendido. Ah, y hay que estar persiguiendo a los medios para que por favor nos hagan un articulillo aquí, una mención allá, quizá una entrevista, y así apostar a que, con suerte, ¡con mucha suerte! lograremos vender los suficientes volúmenes no para meternos unos pesos al bolsillo, sino para pagar la inversión.

Para una gran mayoría de autores pequeños y poco conocidos –como yo– el vender una gran cantidad de libros no va a ocurrir. Pero debemos continuar porque no escribimos ni publicamos por dinero, sino porque eso es lo que hacemos, eso es lo que nos gusta y ese es nuestro estilo de vida.

Hay toda una cultura, un mecanismo socioeconómico alrededor del libro. Algunas cosas habrán cambiado desde hace 568 años, pero otras permanecen –y permanecerán– idénticas.


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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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