Cultura

‘Funda’

El otro día un amigo me dijo que estaba en contra de la circuncisión. No dijo por qué, simplemente le enerva el tema. Me pareció natural. Después de todo, que te corten un pedazo de piel particularmente sensible –y en un área que además posee un significado y función específicas– no es para tomarlo a la ligera.

Tengo un recuerdo vívido, claro; de niño, en el rancho de mi tía en La Huasteca veracruzana nos pidieron a mí y a un vaquero que fuéramos a buscar a un becerro que se había escapado. Y ahí vamos, pacientemente abriendo falsetes y atravesando potreros y pastizales en busca de aquel animal. En un punto el vaquero se detuvo: –Voy a mear–, dijo y se bajó del caballo. Se colocó frente a un uvero (un matorral muy común en aquellas partes) y exprimió placenteramente su vejiga. De pronto, al subirse el zíper pegó un alarido espantoso: –¡Ay! ¡Me pellizqué la funda!–. La funda, naturalmente, es el prepucio. O sea que el vaquero no estaba circuncidado. Aún tiemblo cuando recuerdo aquella escena. En fin, hay quienes reprueban la circuncisión y la tachan de primitiva y salvaje.

El 30% de los varones en este mundo está circuncidado. Gran parte de la justificación de este proceso tiene que ver con cuestiones culturales y religiosas; el resto, médicas. Conversando con un pediatra al respecto, dijo: –Es cuestionable. En tanto que la situación no lo requiera (una patología, por ejemplo), no se debe ejecutar. El tema estético y de placer debe dejarse a un lado, pero es un acto que se acerca más a una cirugía plástica estética que a un requerimiento propiamente clínico. Mucho se discute al respecto–.

Cuando nació mi hija, mi mujer le pidió al pediatra que le hiciera las perforaciones en los lóbulos de la oreja para aretes: –De ninguna manera, yo no mutilo niños, eso háganlo ustedes en su casa–, espetó el médico. Y eso me deja pensando: mutilarse los lóbulos es procedimiento común y ampliamente aceptado, pero perforarse los genitales para colocarse argollas es algo un poco más delicado, y genera reacciones de inquietud y ansiedad. A mí no me termina de convencer traer un anillo colgando del glande, pero supongo que es cuestión de gustos y principios. De hecho, conversaba una vez con un músico que tenía piercings en todas partes del cuerpo. Naturalmente le pregunté por los genitales: –Sí, tengo dos argollas–, confesó. –¿Pará qué las quieres? –Para colgarme las llaves de mi departamento–. No sé sí lo dijo en broma, pero yo lo escuché muy serio.

El nombre del proceso es interesante: refiere a un corte que se efectúa de manera circular o alrededor de, pues hablamos de una estructura anatómica tubular que posee una membrana protectora, entonces el término se asocia con otros similares: circunnavegación, por ejemplo, y que quiere decir “navegar alrededor del globo”; también tenemos circunstancia, “cosas que están alrededor de”. ¿Y qué tal circunspección?, “mirar con atención alrededor”. Pero bueno, no todo gira alrededor del pene. Pasemos a otra cosa.

Somos una especie que se regocija automutilándose. No termino de entender por qué. Razones y justificaciones hay muchas, pero me cuesta trabajo asimilarlas. Nos perforamos la piel, la inyectamos con tintas, la cortamos para registrar cicatrices, nos castramos, nos colgamos de ganchos y anzuelos y así. Somos raros. Además tenemos esta obsesión por los genitales y el sexo que a mí me parece forzada. Quizá se deba al tema de la represión sexual ejercida por la religión durante tantos siglos; no lo sé, pero esto da lugar a comportamientos particularmente extraños.

El otro día vi un inquietante video en Facebook; un faquir indio, vestido solo con un trapo amarrado a la cintura, comenzó a hacer ejercicios de respiración, se encomendó a una cierta deidad, sacó su escroto, lo amarró a un mecate y levantó –dos veces– una roca peligrosamente grande y pesada. El público aplaudió. Pienso que hay mejores maneras de ganarse la vida.

Y hablando de eso, le comento que estoy a punto de sacar una crema tonificadora de la bolsa escrotal. Le platico; está hecha a base de yerbas, aceites y otros productos 100% naturales. Se la unta usted por la noche y en la mañana amanece su escroto lampiño y sedoso. En una segunda aplicación y comenzará a notar un efecto vigorizante. Úsese una vez por semana durante dos meses. No creerá la diferencia, se sentirá un hombre nuevo, revitalizado. Y qué decir de su potencia sexual: mi crema lo convertirá en un animal.

En fin. Nacemos con una estructura anatómica que ha evolucionado durante millones de años (y que tiene una serie de funciones lógicas), pero nosotros hemos aprendido a tergiversarlas de manera que si un extraterrestre lo ve, se pasa de largo a otro planeta.

Mi amigo con quien conversaba sobre el tema pidió que iniciáramos una campaña en redes sociales. Le dije que lo pensaría. El plan es usar el hashtag #dinoalacircuncision y #sialafunda. Supongo que podría tener éxito. Por lo pronto, le pido tenga mucho cuidado al momento de ir al mingitorio: aguas con el zíper.

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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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