Cultura

El homeópata

Para ser homeópata, uno tiene que cursar primero la carrera de medicina. Eso por supuesto no tiene sentido, porque la homeopatía no es ciencia y está bien probado que no funciona más que como un placebo. Y ahí reside su valor, en hacerle creer a las personas que unas pastillitas de azúcar con alcohol pueden remediar algo, lo que sea... ¡todo!

Jesús Genaro no es médico ni homeópata, pero se hace pasar por tal. Ex empleado de una cadena de farmacias se inventó una profesión; ahora se presenta con una tarjeta que dice que es homeópata y terapeuta certificado; vienen su teléfono, correo electrónico y página de Facebook. Tiene su clientela; mucha gente lo sigue, lo busca, pues promueve sustancias misteriosas y tratamientos que prometen sanar enfermedades de todo tipo, pero especialmente las que no existen.

En efecto, parte de ese éxito se debe a que lo consultan hipocondriacos y gente inestable y nerviosa. Su éxito más contundente es con señoras de edad avanzada que sufren de todo: dolores reumáticos, incontinencia, temblores y sudoraciones, espasmos, vista borrosa, neuralgias, dispepsia y pérdida de la memoria, pero más que todo lo anterior, estas personas sufren de soledad. Y ahí está el buen seudodoctor para curarlas.

Comenzó con la señora Anita. Vivía sola y dos poodles franceses. Sus hijos le pusieron a una señorita para cuidarla, pero ellos nunca se paraban ahí. Anita dio con Jesús Genaro por vía de una amiga y lo citó. Llega aquel farsante a evaluar la situación y pronto se dio cuenta que la señora no tiene nada, más que los achaques naturales que vienen con la edad. Padece de algo, empero: tiene mucho dinero y está sola. Es el paciente perfecto.

La revisa, le toma el pulso, la temperatura, le toca la frente, la toma de la mano y le dice que todo va a estar bien. Saca unos frasquitos, le deja una “receta” para dosificar aquellas sustancias y se retira. Le llama a cada tanto y ve que su salud mejore. La visita una vez por semana. Poco a poco la va enganchando; él es un filántropo y solo desea hacerle un bien a las personas, por eso ha fundado una asociación que dará servicio a personas de la tercera edad que no tengan recursos para pasar sus últimos años sanos y felices.

–Como usted, Anita, tan buena que es y justo ahora que ya se siente mejor con este tratamiento que le he dado, quisiera que me ayudara para esta misión tan importante.

–Claro, doctor, cuente conmigo; no hallo cómo agradecerle todo lo que ha hecho por mí–. Ya le da un cheque. Bien gordo y aromático. Luego de varios cheques así Anita murió; nunca pudo ver consolidado el sueño de Jesús Genaro.

Pronto dio con otra viuda, solitaria, enferma y, más importante, con dinero. Pacientemente la fue envolviendo con ese bálsamo dulce y reconfortante que es el otorgar la sensación de sentirse amados. Claro que un poco de dinero para una buena causa ayuda mucho, ¿sabe? Por supuesto: aquí tiene su cheque, buen hombre. Al tiempo aquella mujer murió, pero le dejó a Jesús Genaro una cuantiosa suma para completar su proyecto de beneficencia.

Una tercera anciana cayó en manos del homeópata y después de varios meses falleció. Y le siguió otra. Comienzan las sospechas; familiares de una de las mujeres acuden a las autoridades, exigen que se investigue. Ese “doctor” hizo que mamá modificara su testamento.

El caso capta la atención de un experimentado detective que de inmediato huele algo. Ya comienza a indagar. Así se va metiendo, despacio, sigiloso y discreto. Pone atención a todos los detalles y movimientos del homeópata; se mete a sus redes sociales, visita a sus pacientes y recauda información. Cada día se acerca más, pero prácticamente lo sabe, pues lo intuye y todo apunta hacia allá, hacia lo que unas semanas más tarde se sabrá: Jesús Genaro engaña a estas mujeres abandonadas y adineradas para sacarles su dinero y una vez que les ha quitado suficiente, se deshace de ellas.

Lentamente va envenenándolas con sus comprimidos impregnados de alcohol, azúcar y... veneno. Pequeñas, pero certeras cantidades de ponzoña entran de manera cotidiana a los cuerpos enclenques de estas señoras, debilitándolas y llevándolas finalmente a un coma que deviene en la muerte. Nadie sospechó, nadie preguntó, a nadie se le hizo raro que este charlatán homicida entrara con engaños a quedarse con la fortuna de las víctimas, porque esas ancianas ya estaban desatendidas en primer lugar, y fueron presa fácil de este buitre.

Lo bueno, dice el detective, es que estos criminales casi siempre dejan pistas; se emocionan tanto con el éxito de su operación que pronto olvidan cubrir sus huellas; al final, la evidencia los delata. Claro, a veces les ayudamos a confesar; una dosis adecuada de tortura acelera el proceso.

Jesús Genaro confesó y contó –en detalle– cómo operaba. Este vampiro ya está en la cárcel. Allí lo atienden finas y educadas personas como él, y esperan a tener un rato íntimo para demostrarle el cariño que le tienen, ya que va a necesitar mucha atención, pues llegará a viejo.

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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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