Cultura

Educación cívica

Hay días en los que siento que voy a explotar. En el supermercado, una señora distraída deja su carrito atravesado en el pasillo: nadie puede pasar. Le pides amablemente que lo mueva y se enoja. En la calle intentas incorporarte a un carril, pero a nadie le importa y, peor, aceleran para que no entres. Un vecino saca una bocina monumental y pone reggaetón a todo volumen hasta las tres de la mañana. Otra persona se estaciona ocupando dos lugares o en el sitio reservado para discapacitados y tullidos. La señora que pasea a su perro y deja que se zurre y orine en los jardines y porches de sus vecinos. El cliente que humilla al mesero por un pequeño error y la señora que se detiene a mitad de la calle en su auto para tirar una bolsa de basura. Ah, y la persona que va texteando mientras maneja, poniéndose en peligro él y a otros.

Todas estas finísimas manifestaciones de rudeza, desorden, estupidez y descortesía son tan comunes. Incluso puedo afirmar que no solo toleramos algunas de estas transgresiones, sino que las festejamos. Mire, una cosa es tirar desmadre y hacer una que otra travesura, y otra muy distinta es acostumbrarnos a ser así.

¿Por qué es tan difícil ser civilizados? Oiga, no estoy hablando de memorizarse el Manual de Carreño, nada de eso, sencillamente pido cordura, sentido común, empatía, buenos modales y educación. Me gustaría saber por qué el plan de estudios oficial no tiene una materia de civismo –antes la había–.

Enseñarle a la gente, por ejemplo, a no ser unos pinches marranos: lavarse las manos cuando van al retrete, no tirar chicles en las aceras, recoger la zurrada de sus mascotas, no fumar en espacios cerrados, manejar con precaución fijándose en peatones y ciclistas; el tipo de cosas que, sumadas, nos pueden llevar a tener una interacción más ordenada y amable. El problema es que eso no va a ocurrir porque estamos mal educados. No hay que reventarse la cabeza para darse cuenta de que la falta de educación es lo que hace que seamos unos patanes cavernarios.

Nuestro profesor de filosofía en la prepa decía que no solo iba a enseñarnos a pensar, sino a comportarnos adecuadamente, porque “qué caso tiene que sepan razonar y saberse el Aristóteles y el Schopenhauer si se comportan como salvajes”. Estaba en todo lo cierto.

El plan de estudios para la preparatoria en línea de la SEP incluye el módulo M08, “Ser social y sociedad da a conocer diversos conceptos del área que permiten incidir activamente en su comunidad”. No me quedó nada claro el objeto de la materia, pero creo que es lo que más se acerca al tema de la civilidad. Cuando estudié prepa (1984-86) llevamos una materia, civismo. Así, directo y sin mamadas. La persona que nos daba la clase era conciso y se concentraba en cosas prácticas; quizá algunas recomendaciones tendían a presentar rasgos anacrónicos y obsoletos, pero en general la enseñanza apuntaba hacia un esquema de tolerancia y prevención. Es decir, no hacer cosas que pudieran molestar a otros, a violentar las creencias o costumbres de otros y aprender a vivir con otras formas de ver el mundo, todo bajo una agenda de reglas generales y apuntes cívicos precisos. Y, créame, funcionó. Por alguna razón, la materia fue retirada del plan de estudios y, no gracias a eso, sino a lo que ya éramos, nos transformamos en unos salvajes. Pero pudimos haber contenido estos impulsos primarios y crear una sociedad más tolerante y educada.

Abogo porque regresen la materia de civismo –desde la secundaria– y solo espero que en más o menos dos generaciones seamos un poco más educados.

Por lo pronto, estamos a nada de regresar al paleolítico. _

Adrián Herrera

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