Ese es el adjetivo adecuado, no hay otra manera de ponerlo. Cualquier analista político y experto en ciencias de la salud mental se lo va a confirmar.
En El rey se muere, el rey de Ionesco se resiste a entregar su ego y como consecuencia niega lo inminente de su muerte, y así prefiere vivir aferrado a su fantasía, por encima de lo obvio, del sentido común y de lo que sabe que está ocurriendo. Intenta soslayar lo inevitable, y quienes le rodean deciden alimentar su delirio y seguirle la corriente. De esta manera, el apego a sus propios desvaríos comienza a tener efecto en su realidad inmediata.
En el cuento de Edgar Allan Poe, “El sistema del doctor Tarr y el profesor Fether”, un médico es invitado a una clínica psiquiátrica en las afueras de París. La idea es presenciar el desarrollo de este novedoso método. Cuando llega, se le recibe con una cena de honor. Pero algo raro ocurre; tanto el médico a cargo como el resto del staff comienzan a comportarse de manera extraña. Quizá por el exceso de alcohol o el estrés, la gente exhibe comportamientos absurdos, estrambóticos. El protagonista termina ebrio y, a la mañana siguiente, despierta para darse cuenta que no hay nadie en la clínica. Sencillamente todos se han ido. Curioso, divaga por las instalaciones y da con un área alejada donde se encuentran las celdas de los enfermos mentales. Salen ruidos y gritos de ahí. Se acerca a investigar. Abre una puerta y descubre que quienes están encerrados son el director y el staff de la clínica. Los locos habían escapado y al tomar control encerraron a los cuerdos.
En las notables Historias del rey chiquito, del monero Trino, puedo identificar actitudes y accidentes que veo en el Presidente. Imposible no notar las similitudes y paralelismos. Claro ejemplo de que la realidad se parece y acerca cada día más a la realidad de los moneros. O sea que vivimos en un país no de caricatura, pero sí en uno de monitos y dibujos animados diciendo chascarrillos y haciendo cosas chuscas. Eso sí es delirante.
Con la llegada al poder de López Obrador, fuimos viendo y escuchando declaraciones particularmente desatinadas y absurdas tanto por el Presidente como de su gabinete y miembros de su partido político. Propuestas inviables, faltas muy serias y preocupantes de diplomacia internacional, ignorancia, rabietas, histriones innecesarios, falta de educación y cultura general, fanatismo, mentes obtusas y obstruidas, y simple y llanamente puesto, estulticia. Así, la incapacidad de ver objetiva y claramente lo que está ocurriendo y de resolverlo.
En resumen, por si no quedó claro: el Presidente se comporta de manera delirante, como en el rey de Ionesco y el del monero Trino y su partido y gabinete, como los locos del cuento de Poe. Y diría que hasta peor. Entonces ya no es una cuestión de defender una propuesta política o económica ni de apostarle a un Presidente para que enderece al país, porque lo primero no es viable y lo segundo no solo no está ocurriendo: vamos para atrás. Basta con ver las declaraciones –casi diarias– del Presidente, las estadísticas, los resultados concretos de todo este fiasco mayúsculo para darnos cuenta de que todas las alarmas están sonando y que las cosas no van a mejorar.
Qué se hace en estos casos, no lo sé, pero hay que actuar ya, antes de que el retroceso y el daño cobren en décadas de recuperación. Claro, si no nos toca otro chiflado delirante a cargo del país cuando se vaya éste.
Entonces, pues, eso: estamos en un país manejado por personajes de moneros, caracteres del teatro del absurdo y dementes. Ahí vamos.
Adrián Herrera