Cultura

Bonnie y Clyde

Hace poco se estrenó una película en Netflix, Highwaymen. Trata sobre la muy conocida –y vastamente explotada– historia de Bonnie Parker y Clyde Barrow, notables gángsters texanos de la década de los treinta. Estos personajes son parte de la iconografía de los gángsters de una época sumida en una depresión económica y una guerra contra el alcohol. Pienso que el caso de esta pareja es más la de unos niños traviesos con ametralladoras; representan más una reacción contra las condiciones económicas y sociales de la época que meros delincuentes sin agenda. Ellos se volvieron no solo famosos, sino mórbidamente admirados porque representaban dos cosas: una queja –¿venganza quizá?– contra los banqueros y una historia de amor. Combinación perfecta para transformarlos en leyendas. Y así ocurrió.

Muchas son las películas que narran esta aventura. El problema es que prácticamente en todas se explota el tema del romance de los personajes y la rebeldía contra un sistema que había dejado a muchos en la miseria, fórmula repetida hasta el hartazgo. Lo mismo ocurrió con John Dillinger, quien fuera muerto, el mismo año que Bonnie y Clyde, en Chicago. Con esta nueva producción el ángulo es otro; ahora vemos el punto de vista de la ley, aquella que no le importan ni el romance ni el desbarajuste económico de la época, sino hacer valer las reglas, punto. Y lo hace de manera brutal. Había que contar las cosas desde una óptica ni glamorosa ni de aventuras: la de los verdugos despiadados (tanto como los criminales que perseguían) que cazaron a esta pareja envuelta en clichés y delirios románticos. El caso es que la gobernadora de Texas, presionada por el tema en cuestión, mandó contratar a dos ex Texas Rangers para llevar a cabo el trabajito. Los policías, Frank Hamer y Maney Gault, cargan con una historia propia de la época y lugar donde vivieron; es una historia de violencia y abusos, concretamente contra migrantes mexicanos y residentes (ciudadanos) del mismo origen.

La zona fronteriza entre Texas y México fue –y sigue siendo– un área violenta e inestable. Pero también es una historia legendaria: Hamer es considerado la leyenda de los Texas Rangers. Sea lo que haya sido, el balance hasta el día de hoy es favorable tanto para criminales como para policías, pues ambos estuvieron atados por la misma circunstancia. Para Hamer, el asunto de Bonnie y Clyde no era arrestarlos, sino matarlos. La palabra correcta es masacrarlos; llevarlos bajo custodia y a prisión solo habría creado un interés mórbido por la pareja y tal escenario no era favorable para nadie. A largo plazo todo este argüende generó una historia notable.

En el largometraje de Netflix se logra que el espectador cambie de opinión; ahora debe aliarse con la policía y efectivamente logra que al final se festeje la ejecución de la pareja. Esto se logra, en parte, por las actuaciones de Kevin Costner y Woody Harrelson, pero también por la estructura misma del guión y la cinematografía, la cual es efectiva al no darle protagonismo a los delincuentes y centrarse en la estrategia de Hamer y Gault. El mensaje que se filtra de manera subliminal es que la línea que divide la maldad entre policías y delincuentes es muy tenue, muchas veces indistinguible, pero se deben respetar los acuerdos y leyes, por encima de todo, para lograr un equilibrio en un lugar que históricamente es tierra de nadie. Pero lo que me sigue preocupando es el asunto de la idealización de los criminales; basta con escuchar la cantidad de narcocorridos y corridos antiguos sobre pistoleros para darnos cuenta del fenómeno. Entiendo que todo esto es parte de nuestra cultura, pero hay que cuidar la percepción de la realidad. Ni gángsters de la era de la Depresión, ni los pistoleros del Viejo Oeste, ni los narcos y tampoco los mafiosos ítalo-americanos son héroes ni modelos a seguir: fueron y son homicidas despiadados y crueles, y no hay nada glamoroso en ello. Sí: también las Policías actúan de la misma manera, pero como dije, hay que decidir en manos de quién queremos que se establezca y mantenga el orden. Por supuesto que la película de Netflix no ahonda en la personalidad ni la historia de Frank Hamer; primero porque lo importante es la estrategia para acabar con la banda de delincuentes y segundo porque, de haber puesto la verdad, su historia habría entrado en conflicto con el efecto deseado, el de lograr que el televidente se ponga del lado de los Texas Rangers.

Me hubiera gustado que se exhibieran estos rasgos violentos y de abuso por parte de los Rangers, pues de esa manera tendríamos un punto álgido sobre el cual establecer una discusión seria y realista. La pregunta sigue siendo la misma: ¿Debemos permitirle a la ley que actúe sin escrúpulos y con los mismos métodos y crueldad que la delincuencia que persigue? La ley lo prohíbe, pero en el fondo, criminales y policías siempre han sido, y seguirán siendo, lo mismo. Bueno, el asunto es que la película está buena y se pasa un buen rato. Sugiero que antes de verla, se meta a investigar el tema; se va a divertir aún más.

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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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