Cultura

Asexual

Tengo un amigo asexual. Y no es porque haya decidido no tener sexo, ese no es el problema: no tiene genitales. Así nació. El problema, desde pequeño, fue definir si era hombre o mujer, pero ni pediatras ni psicólogos pudieron resolver el dilema. El tema anatómico era que su área en cuestión era como la de esos muñecos de acción, sin agujeros o proboscis. Sencillamente no había nada ahí, solo una continuación de piel –sin vello– y sin accidentes anatómicos de ninguna especie. Sus padres dejaron que aquella criatura se desarrollara lo más normalmente posible para ver si con el tiempo ocurría algún cambio determinante, pero éste nunca llegó. La criatura a veces se comportaba como chico y otras veces como chica. Su registro hormonal era fluctuante; llegada la adolescencia, había meses que le salía barba, pero pronto desaparecía. Después le crecían los senos, pero al tiempo la hinchazón cedía, dejando un par de pezones relajados, inertes. Los médicos descubrieron que esto obedecía a ciclos naturales relacionados con las fases de la Luna y las estaciones. Su voz era neutral, ni ronca ni aguda, simplemente salía como un tono intermedio, imposible de asociar ni con hombre ni con mujer. Su cuerpo carecía de próstata, no presentaba útero y su torrente sanguíneo era un caldo de hormonas histérico y disparatado que le procuraba estados de ánimo particularmente alterados.

Sus relaciones siempre fueron extrañas, tormentosas y llenas de contradicciones. Tuvo novias, novios, pero aquellas relaciones nunca funcionaron. El problema, por un lado, era el tema del sexo: sin genitales no había sexo, propiamente. La experiencia estaba basada en una sensualidad dérmica; se volvió un experto en generar placer a través de roces y masajes. Usaba manos, lengua, suspiraba en el oído y soplaba un airecillo travieso en el cuello. Pero hasta ahí. Además, sus parejas no terminaban de entender el asunto de no tener genitales, y esto le hacía parecer un freak, una rareza propia de un circo antiguo. Pronto terminó haciendo amistad con personas extrañas, gente que presentaba serias desviaciones sexuales, desafinados mentales, deformes sociales y con enfermos terminales que solo buscaban apoyo emocional para pasar sus últimos meses. Así estuvo años hasta que se hartó.

Una tarde, viendo videos sobre seres unicelulares, se le ocurrió algo. Cierto, no tenía un sistema reproductor propiamente, pero eso no debería ser una limitante: la ciencia ha logrado hacer cosas que en otros siglos se consideraban imposibles. De esta manera se encerró a estudiar. Años. Así descubrió la manera de reproducirse; arduas jornadas de investigación con bacterias y otros organismos unicelulares arrojaron los datos necesarios para crear una solución. Sí: una especie de fisión celular, pero a nivel tisular. Hizo pruebas con una variedad de vegetales y luego con mamíferos pequeños, como roedores y gatos hasta perfeccionar el procedimiento. Entonces llegó el gran día. Colocó en la bañera agua con sustancias proteicas, elementos minerales –manganeso, hierro, litio–, sales, óxidos y una porción muy pequeña de un elemento radioactivo. Después puso dos electrodos que suministrarían una carga eléctrica, un foco con luz ultravioleta y un cañón infrarrojo, todo conectado a una consola. Se desnudó, se metió en la tina especial y accionó el interruptor. Una descarga recorre aquel líquido primigenio, para viajar entre la espesura mucosa y crea brevísimos destellos plasmáticos. Siente un cosquilleo curioso y dentro de su cuerpo algo se activa. Ha terminado. Sale, se enjuaga y se recuesta, pues se siente fatigado. El proceso actúa sobre su cuerpo y crea una concreción celular que poco a poco crece. Su cuerpo se va deformando; su abdomen y tórax comienzan a replicarse. Luego de unos días aquella deformidad ya presenta brazos y piernas. Y después aparece lo que será la cabeza. Esta presión es dolorosa. Así ocurre: cerca de las tres de la mañana, la nueva forma humana se escinde y queda a su lado, durmiendo, respirando, creciendo. ¡Lo ha logrado!

El clon es una copia de él mismo. Es un adulto completamente formado, pero no sabe hablar. Así invierte horas en su educación: aprende rápido, es súper eficiente. Empero, presenta actitudes extrañas; a veces parece un zombi, un robot, pero otras convive de manera normal. Sigue con sus lecciones de historia, de filosofía, de matemáticas y ciencia. Ha aprendido otros idiomas y ya toma cursos de pintura y escultura. Vive en el tapanco; se ha acondicionado aquel espacio para que se desarrolle. Una mañana escucha ruidos; pronto se da cuenta que el clon se ha reproducido. Al parecer, su cuerpo ha desarrollado la capacidad espontánea de hacerlo, está impreso en su código genético. El nuevo ser presenta diferencias físicas y de carácter, y éste a su vez se ha fisionado, y más rápido que el anterior. Ya han comenzado a variar, a mutar; cambian los tonos de piel, de ojos, la textura del cabello y los rasgos faciales. Luego de unos meses la casa está repleta de ellos.

Es momento de dejarlos salir.

[email protected]

Google news logo
Síguenos en
Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.