La maquinaria económica del alcohol es implacable; en tiendas deambulan vendedores que ofrecen marcas como quien vende drogas en un antro
Vivimos en un sistema donde el alcohol y el tabaco nos envuelven. Del tabaco –cigarrillo– me deshice hace 21 años, pero del alcohol, no. Y es que está cabrón; si vas a una fiesta, boda o evento hay una presión tremenda por venderte o hacerte beber alcohol. En las bodas es costumbre el refill, aunque no lo pidas. El mesero sencillamente se acerca y te sirve otra. No reparan si ya estás borracho. Si la fiesta es entre amigos o conocidos, nunca falta el necio que a huevo quiere verte bebiendo; se acerca, te pasa el brazo por el hombro y se ofrece a traerte algo. Aunque le digas repetidamente que no, se la pasa chingue y chingue con el clásico: –Ándale, tómate una, ¿a poco no somos compas?
La maquinaria económica del alcohol es implacable. En los supermercados deambulan vendedores que ofrecen las marcas como quien vende drogas en un antro. Aun y cuando ya se han restringido los anuncios de alcohol y tabaco de muchas partes, éste sigue estando muy presente en plataformas digitales, volantes y en eventos.
Somos una sociedad perfundida por alcohol, tabaco, comida chatarra y entretenimiento banal, superfluo y tonto. Con esa agenda vivimos. No hace falta recalcar los efectos nocivos de estas sustancias –y hábitos– sobre nuestro cuerpo y mente. La estadística no miente. El problema es otro. Antes, hay que decir que el alcohol no es el problema. Ni las drogas. No tenemos un acercamiento objetivo y didáctico para con estas sustancias. Alcohol y otras drogas son parte sistémica de nuestra cultura, pero han sido satanizadas por argumentos religiosos, morales, políticos y legales. La lógica de esta agenda nos ha llevado en varias fases de nuestra historia a un fenómeno concreto: la prohibición. Y eso, lo sabemos ya, no funciona. Cuando ha ocurrido, los efectos y consecuencias son –siguen siendo– desastrosas.
Ahora sí, pasemos al tema de cómo vivir con estas sustancias. Usted no puede salir a la calle y gritar esa consigna de ¡di no a las drogas! Eso no funciona. Es propaganda. Lo que se debe hacer, en mi mejor y nunca humilde opinión, es educar. Porque nunca nos vamos a deshacer ni del alcohol ni de las drogas. Es imposible. Entonces, busquemos maneras racionales y prácticas para lograr la moderación. En algunos países de Europa a los niños les dan vino, pero solo como parte de su cultura gastronómica. Y no se vuelven alcohólicos por eso. Por el contrario, aprenden a vivir con la sustancia. Y no estoy diciendo que uno deba consumir alcohol o drogas solo porque son parte de nuestra vida cotidiana; no, abogo por educar sobre los riesgos del abuso, del uso crónico. Hay sustancias que hacen más daño que otras. Ese es un tema específico que se trata de otra manera. Aquí me refiero a lo que uno consigue en un supermercado o una tienda de conveniencia.
Mire, se sabe que muchas personas poseen una predisposición genética al alcoholismo. Bueno, pues eso no ayuda mucho. Pero en el resto, las cosas se pueden controlar. Debemos luchar, como ya expuse, contra la presión mediática y social por consumir alcohol. Es raro, en una fiesta o reunión, ver a alguien moderar su consumo. Porque en tales escenarios tenemos una secuencia muy precisa: primero, un aperitivo. Luego, la bebida que va con la comida. Después viene el digestivo y al final, la borrachera. No el alcohol como parte de la gastronomía, sino el alcohol por el alcohol. El vino tiene su propio espíritu, pues.
Entonces, el problema somos nosotros, no las sustancias. Es como echarle la culpa a la comida por el problema de la obesidad.
Siempre vamos a tener a la mano sustancias que nos van a causar serios problemas de salud. Solo hay que implementar métodos pedagógicos para disminuir estos esquemas. Hay drogas con las cuales sí se puede vivir, otras no. Con el alcoholes más fácil por el tema de la gastronomía y con el tabaco se puede ir haciendo a un lado el consumo del cigarrillo y aprender a fumar puro o pipa. Moderación y conocimiento real de estas sustancias y de sus abusos. Sin miedo a la información y los datos duros. Vamos a empezar por ahí.