Por: Marco Perilli
Ilustración: Alma Rosa Pacheco, cortesía de Nexos
En una carta de ese año a madame Hanska, la condesa polaca que mantuvo correspondencia con él bajo el seudónimo de la Extranjera y que será su esposa en 1850, Balzac define el plan de su “obra gigantesca”, que preveía terminar en 1838. El título era Estudios sociales y constaba de tres partes: Estudios de costumbres, Estudios filosóficos y Estudios analíticos. La primera representaba los efectos sociales “sin omitir nada”, un inventario escrupuloso y un diagnóstico crudo del mundo real: “No serán hechos imaginarios, será lo que pasa por doquiera”. La segunda parte estudiaría las causas, las condiciones de la existencia; después de la descripción, vendría el juicio. En los Estudios analíticos, tras los efectos y las causas, se buscarían los principios, de tal manera que “el hombre, la sociedad, la humanidad serán descritos, juzgados, analizados sin repeticiones”. El proyecto guardaba una pasión descomunal y el deseo de competir (a la par) con el registro civil y con La divina comedia había de convertirse en un programa. En las primeras páginas de La muchacha de los ojos de oro, tercera parte de la Historia de los trece, compuesta entre 1834 y 35, Balzac alude a los círculos del infierno de París, hasta entregar al lector una obstinada declaración de fe: “Llegamos al tercer círculo de este infierno que tal vez un día tenga a su Dante”. Sin embargo, hay que esperar hasta 1840 para que los Estudios sociales adopten el título de Comedia humana.